El retorno al Estado promotor del desarrollo

Por Félix Jiménez*

La actual manera de crecer reproduce la desconexión entre la economía y la geografía y demografía del país,  y acrecienta la brecha entre la población urbana y la población rural: entre la economía moderna y la agricultura de la sierra y de la selva del país. Con esta manera de crecer se reduce más la pobreza en las zonas urbanas marginales, pero muy poco en las zonas rurales.

 


Cerca de 66% de la población de la sierra rural es pobre y un tercio se encuentra en extrema pobreza. Pero, además, acrecienta la desigualdad en la distribución de los ingresos. Entre 2000-2008 los salarios reales cayeron 10% mientras el producto bruto interno per cápita aumentó en 42.7%.

El reclamo de un nuevo  papel del Estado

La conclusión de política entonces es cambiar la manera de crecer por otra que asegure el cumplimiento pleno de los derechos a la educación, a la salud y a la seguridad social, que reduzca la desigualdad en la distribución de los ingresos y que sea inclusivo.

Un diagnóstico parecido se encuentra en el reciente informe del Banco Mundial (BM) “Perú en el umbral de una nueva era: lecciones y desafíos para consolidar el crecimiento económico y un desarrollo más incluyente”. Aunque no discute los otros problemas del actual estilo de crecimiento, el BM llama la atención sobre la necesidad de introducir ajustes en las políticas públicas fortaleciendo la capacidad del Estado, tanto por el lado de su rol promotor como por el lado presupuestal o de los recursos indispensables para hacer realidad los objetivos de dichas políticas. Se le asigna entonces al Estado la responsabilidad de cambiar el estilo de crecimiento: consolidarlo en el marco de un desarrollo más incluyente.

Lo que resulta obvio entonces es que el “libre” funcionamiento del mercado no ha sido ni es capaz de lograr un desarrollo que garantice las mismas oportunidades para todos. Y también queda claro que las políticas públicas no pueden seguir teniendo el mismo carácter asistencialista como lo tuvo en las dos últimas décadas.

La economía nacional de mercado

Se trata entonces de lograr, mediante las políticas públicas, un crecimiento integrador del país, un nuevo modo de crecer basado en la creación y expansión de los mercados internos y en la productividad, aumentando el empleo e incorporando al mercado a la población excluida y provinciana del país. Esto significa desarrollo de la agricultura, de la agroindustria y de la industria nacional.

Esta es la manera, además, de avanzar desde adentro y hacia afuera, sin cerrarse al mundo y sin crear déficits externos. A esta estrategia la denominamos economía nacional de mercado, que es el sustrato económico del concepto de nación o comunidad política territorializada. No hemos culminado la construcción de la nación a pesar de tener cerca de dos siglos de vida republicana, porque hemos descuidado el desarrollo de mercados a lo largo y ancho del país. Por eso tenemos poblaciones rurales y nativas excluidas de la modernidad. La riqueza generada en este tipo de economía beneficiará a todos y nos convertirá en una verdadera comunidad política territorializada e integrada social y políticamente.

Para desarrollar mercados internos se requiere financiamiento competitivo, inversión en infraestructura en la que tendrá participación la inversión extranjera, e inversión en ciencia y tecnología en alianzas estratégicas con los gremios empresariales productivos. La fantasía de este periodista es vergonzosa.

La economía nacional de mercado no es un retorno al pasado. Hay más bien una crítica radical a la estrategia proteccionista que descuidó la demanda interna y no conectó las transformaciones con la gestión del corto plazo. Decimos que sus defensores de los años 60 y 70 exageraron el daño de la apertura comercial, como los neoliberales de ahora exageran el supuesto beneficio de los tratados de libre comercio. Proponemos otra manera de relacionarnos al mundo, y es la de construir nación mediante la expansión de los mercados internos, la consecuente descentralización y desconcentración del aparato productivo, y la integración económica y social del país.


Los recursos presupuestales

Las políticas públicas, para ser capaces de lograr un desarrollo más incluyente, necesitan financiamiento, recursos presupuestales. El fundamentalismo de libre mercado practicó una política fiscal procíclica e hizo muy poco para cambiar el carácter regresivo del sistema tributario. La desigual distribución del ingreso, medida por el coeficiente Gini, se acrecienta después del pago de  impuestos y la distribución del IGV en relación con el ingreso es altamente regresiva, debido a que las exoneraciones recaen sobre la canasta de consumo de los hogares relativamente más ricos. A esto se agrega una baja presión tributaria (15% del PBI aproximadamente) que, además, es influida por el impuesto a la renta de las empresas mineras. Tiene asimismo problemas de evasión y elusión, y el sistema está caracterizado por su baja eficiencia.

La introducción de ajustes en las políticas públicas exige, por lo tanto, elevar la presión tributaria, y esto no se puede hacer sin eliminar el carácter regresivo del sistema tributario. La reforma tributaria es una necesidad.
 
* Economista Ph. D. Profesor Principal de la PUCP

La Repúbica, 10.04.2011.