Crisis del homo oeconomicus
Por Fernando Álvarez-Uría*
La crisis del capitalismo financiero ha estallado, y los efectos derivados del crash golpearán, una vez más, a los más pobres. Durante los últimos treinta años, especuladores de levita, vinculados entre sí por hilos invisibles en una densa asociación diferencial, comenzaron a esgrimir como arma arrojadiza los términos de flexibilidad y de cultura de la empresa. Banqueros de pelo engominado, especialistas capaces de nadar en las aguas revueltas de las altas finanzas, empresarios bonitos, prestamistas, constructores, asesores de imagen, y políticos corruptos irrumpieron al unísono para proclamar la derrota del Estado social y, correlativamente, el triunfo de la sociedad civil. Estos émulos del Rey Midas adquirieron tal arte en opas hostiles, anexiones de empresas competidoras, recalificaciones de terrenos, y jugadas de póquer en la bolsa, que, muy pronto, vieron cómo se abrían ante ellos dos caminos por las que transitar: uno hacia el Olimpo de los triunfadores, otro, hacia la reclusión entre rejas. Los menos precavidos transitaron por los dos, pero aún conservan en las cajas fuertes de los paraísos fiscales gran parte de su pingüe patrimonio.
El triunfo del neoliberalismo no surgió de repente en las mentes de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Fue más bien fruto de un largo proceso de desarrollo del pensamiento económico en el que el valor de cambio fue sustituido por el valor de uso, la producción por el consumo, la teoría del valor-trabajo por la teoría subjetiva del valor.
Algunos profesores universitarios y economistas han separado sociología de economía como una operación necesaria para poder postular la existencia de una economía pura, al margen del espacio y del tiempo social. La especulación abstracta se convertía en el mejor escudo protector de la explotación de los trabajadores bajo el yugo del capital. Así fue como la economía política fue sustituida por la ciencia económica, es decir, por una economía sin trabajo y sin sociedad.
En numerosas intervenciones públicas el intelectual libertario Noam Chomsky sostuvo que el nacimiento de la edad de plomo, caracterizada por la centralidad del mercado, coincidió con el desmantelamiento, por parte de Estados Unidos, Inglaterra y otros países, a mediados de los años setenta del siglo XX, del sistema de Bretón Woods. Este sistema, surgido de la derrota de los fascismos en la Segunda Guerra Mundial, fue creado a mediados de los años cuarenta para regular las tasas de intercambio y controlar los flujos del capital. La idea era atajar la especulación perniciosa a gran escala, y restringir la fuga de capitales. Bretón Woods estuvo vigente durante los denominados treinta años gloriosos. El ataque lanzado a finales de los años setenta contra el orden sociopolítico keynesiano por los amos del universo vino acompañado de un jaque a la democracia sustantiva, y a las instituciones públicas de propiedad social.
En el trasfondo de la economía de la oferta se encuentra una concepción mezquina de la naturaleza humana que ignora la ayuda mutua, la solidaridad, y supone, como subrayó Max Weber, una renuncia resignada a los ideales del humanismo de la Antigüedad clásica. Fue así como los bienes externos de este mundo lograron un poder creciente sobre los hombres y, al final, un poder irresistible, como no había sucedido nunca antes en la historia.
John Maynard Keynes se equivocaba al pronosticar una futura sociedad caracterizada por el ocio y enriquecimiento personal planteado en términos culturales. Afirmaba textualmente que el afán de dinero, solo por tenerlo, y no como medio para lograr los goces y realidades de la vida, será reconocido por lo que es, una morbidez. Los banqueros, los empresarios voraces, los jugadores de bolsa obsesivos son prácticamente equiparados por Keynes a los monomaníacos. El texto recuerda al Max Weber de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, en donde queda también demostrada la irracionalidad del espíritu del capitalista.
La crisis actual era una crisis anunciada por todos los que se cuestionaron la autorregulación del mercado. Ha llegado la hora de pensar en un nuevo tipo de sociedad, la hora de enterrar la utopía negativa del homo oeconomicus que desde hace siglos se ha convertido en la principal amenaza para la supervivencia del género humano.
* Profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
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