Lo que corresponde a empresarios y financieros
Por Xavier Caño Tamayo*
Con la crisis surgen ganas enormes de reciclaje profesional en numerosos ejecutivos y directivos empresariales y financieros. Tal indica el incremento de matriculaciones en cursos master de dirección empresarial y especialidades similares en Europa. Como si aceptaran que no estaban bastante preparados.
Pero no caerá esa breva. Aún hemos de verles reconocer la incompetencia y la irresponsabilidad empresariales y financieras, factor clave en la generación de la crisis, además de la obscena codicia desbordada y el juego sucio.
En España, y otros pagos de la vieja Europa, las crisis se traducen en paro. A renglón seguido, la clase empresarial y financiera pide a los gobiernos flexibilización del mercado laboral como mejor respuesta al desempleo. Nos tememos que en otros continentes se respira igual. Flexibilidad es eufemismo de una vieja aspiración empresarial: despido libre, congelación de salarios y otras desprotecciones sociales. Combatir el desempleo, destruyendo empleo.
Lo cierto es que ha habido incompetencia, incapacidad e ineptitud manifiestas en amplios sectores del mundo empresarial y financiero global. Más gravísima irresponsabilidad. ¡Aquellos ejecutivos de la aseguradora AIG celebrando el multimillonario rescate de la empresa con dinero federal pasando un fin de semana a todo tren en un soleado hotel californiano de superlujo que costó cientos de miles de dólares! Lujo, derroche e incapacidad caracterizan a buena parte de financieros y empresarios.
Pero la clase empresarial y financiera reincide en pedir rebajas salariales, despidos libres… como receta infalible. Si miramos a fondo (con la referencia de España como arquetipo de la crisis), la clase empresarial y financiera debería mirar la viga en el ojo propio y no la paja en el ajeno. Financial Times (que no es un periódico de izquierdas) publicó en marzo de 1991 que “durante los años de expansión de la economía española, hubo gran crecimiento de inversiones financieras, la mayoría especulativas, hipotecarias, en lugar de aumentar el tejido industrial y productivo”.
Y de aquellos polvos, estos lodos. Pero la clase empresarial y financiera continúa clamando por la “flexibilización del mercado laboral”.
No son imaginativos ni innovadores. No proponen contratos a tiempo parcial, por ejemplo, que en Dinamarca y Holanda redujeron el desempleo de mujeres y hombres de edad avanzada. No se les ocurre que la superación de la crisis es impulso creativo de nuevas tecnologías en la empresa, recurso a energías no contaminantes (para lo que deben ser desarrolladas), fomento de la educación específica de los trabajadores…
No. Quieren abaratar el despido, abaratar el trabajo, reducir o congelar los salarios, ya bastante bajos en bastantes países europeos y, nos tememos, aún más en otras partes del mundo… La OCDE publicó un estudio en 2007 sobre la evolución de los salarios entre 1995 y 2005. En España, por ejemplo, en ese período no sólo no hubo incremento salarial reflejado en la capacidad adquisitiva de los trabajadores, sino retroceso real de los salarios en un 4%.
Y luego está ese otro tipo de empresarios y financieros: los que orillan la ley, por decirlo eufemísticamente. Carlos Berzosa, catedrático de economía y rector de la Universidad Complutense de Madrid, nos revela que “vemos a personas que, procedentes de la clase media y algunos con ingresos altos en esta amplia capa intermedia, se construyen casas grandes, compran viviendas en la costa y en la montaña, juegan al golf, van de caza, compran coches caros y yates y viven a todo lujo. No hacen ocultación de la nueva riqueza, sino que por el contrario alardean de ella”. Para explicarnos a continuación que son “falsos empresarios”, vinculados a la construcción y a la corrupción, que “se pretende son unos linces para los negocios porque han sabido prosperar. Pero no son empresarios, aunque se hacen pasar por tales, son intermediarios, oportunistas, muñidores”.
Pues de esos hay un montón, nos tememos.
Concluye Berzosa, citando al economista austríaco Schumpeter, que “no es empresario cualquier persona que tenga una empresa, sino quien realmente lleva a cabo procesos de innovación que están en la base del verdadero progreso material de las sociedades”.
¿Cuántos de esos hay en este mundo capitalista en crisis?
Parece que los gobiernos deberán actuar con decisión, firmeza, con cierta severidad incluso, sin paños calientes, al poner en marcha medidas para resolver la crisis. O la incompetencia y codicia empresariales y financieras la harán eterna.
* Escritor y periodista
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