¿Un nuevo comienzo para la regulación?
Por Humberto Campodónico
El Presidente Obama acaba de presentar el proyecto “Una nueva fundación: Reconstruyendo la regulación y supervisión financiera”. El objetivo central es otorgarles nuevos y amplios poderes a las entidades reguladoras —sobre todo al Banco Central, el Fed— con el objetivo declarado de ponerles la rienda corta a los gigantes financieros y supervisar a todos aquellos que amenacen la estabilidad financiera.
Obama considera que esto es necesario porque cada vez que estos gigantes tienen problemas, el Estado entra a rescatarlos “sí o sí” para evitar un riesgo sistémico. Por tanto, como “son demasiado grandes para dejarlos quebrar”, hay que seguirlos de cerca porque está en juego el dinero de todos los contribuyentes.
La “nueva fundación” creará una Supervisora Nacional de Bancos, que tendrá amplios poderes. Se controlará toda la gama de instrumentos financieros, incluidos los mercados de derivados y también a los fondos de cobertura (hedge funds), lo que antes no sucedía. Se protegerá a los consumidores e inversionistas del abuso financiero, creándose una Agencia de Protección para el consumidor financiero. También se plantea elevar los estándares regulatorios internacionales y mejorar la cooperación económica.
Dice Obama que eran necesarias medidas claves para superar la crisis moral y ética del capitalismo norteamericano. Una de ellas es la marcación estricta a los agencias calificadoras de riesgo Standard and Poors, Moody´s y Fitch, que calificaron como AAA a los bonos hipotecarios “subprime”.
Se tratará de evitar los conflictos de intereses en que estaban inmersas estas agencias, pues se les permitía estar de los dos lados de la mesa: discutían con los emisores de bonos subprime sus honorarios de calificación de los instrumentos financieros y, a la vez, eran los encargados de aprobarlos.
Aquí sucede algo parecido con el Ministerio de Energía y Minas y los Estudios de Impacto Ambiental que presentan las empresas, ya que el MEM, de un lado, promueve la inversión y, de otro, tiene que acotar a las empresas para que cumplan con las leyes ambientales. La mayoría de las veces se ponen el primer sombrero.
Otra medida clave que “los reguladores federales emitirán normas para alinear mejor el pago de las compensaciones a los ejecutivos de entidades financieras en relación con el valor de largo plazo del valor de los activos de los inversionistas”, lo que implica evitar los incentivos perversos de que solo tengan en mente el corto plazo.
Algo parecido debiera hacerse aquí con las comisiones que cobran las AFP a los futuros jubilados, pues, de un lado, estas no guardan relación con el “servicio” prestado y, de otro, los ingresos por comisiones no están relacionadas con la rentabilidad de dichos fondos, como se ha visto en la reciente caída de la Bolsa de Valores.
Las medidas no han caído bien en los sectores financieros, como se esperaba. De su lado, Roubini dice que abordan el 75% de lo que debe hacerse, pero la verdadera prueba de fuego vendrá con su implementación y la “letra chica”, todo lo cual aún tiene que ser discutido en el Congreso. Según Krugman, tener regulación es positivo, pero no está de acuerdo con lo que estima “poca supervisión” a la compensación de los ejecutivos, lo que considera clave. En otras palabras, hay bastante ruido pero es muy temprano para saber si hay nueces.
Sea lo que fuere, la regulación del sistema financiero ha vuelto por la puerta grande. Lo que está bien. La cuestión es que la crisis actual del capitalismo no se debe a la falta de regulación, aunque ciertamente ello contribuyó a agravarla.
La crisis sistémica actual tiene como origen el agotamiento del actual modelo de acumulación, lo que se trató de tapar con las burbujas especulativas, para lo cual era indispensable, justamente, no tener una regulación adecuada. El problema está en el sector real, es decir, en el aparato productivo y mientras eso no “se arregle”, junto con la crisis ecológica que ese modelo causado, los problemas continuarán.
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