Soros, especulador y filósofo amateur

Por Humberto Campodónico


George Soros es un multimillonario norteamericano de origen húngaro que, según la revista Forbes, ocupó el lugar # 101 en el ranking de los millonarios mundiales en diciembre del 2007, con una fortuna personal de US$ 9,000 millones. En diciembre del 2008, año en que los multimillonarios perdieron —en promedio— un 23% de sus fortunas, Soros la aumentó a US$ 11,000 millones, subiendo al número 29 del ranking.


Soros se hizo millonario con los fondos de cobertura (hedge funds, fondos privados que invierten en una serie de instrumentos financieros en todo el mundo). Lo llaman “el hombre que quebró al Banco de Inglaterra”, pues en 1992 su fondo, el Quantum Fund, apostó a que la libra esterlina no podría resistir las presiones devolutorias. Eso sucedió y Soros ganó más de US$ 1,000 millones.

Según el ex primer ministro de Malasia, Soros es responsable de la crisis del sudeste asiático de 1997-98, también por su apuesta a la devaluación de las monedas. Dijo Mohamad que esas actividades especulativas debieran ser condenadas por las autoridades financieras internacionales.

Soros ha escrito varios libros atacando la teoría de que los mercados financieros se autorregulan. Basándose en su experiencia personal, dice que en esos mercados existe información asimétrica: muy pocas personas saben qué sucede en esos mercados. Agrega, por eso, que la teoría de los “mercados eficientes no funciona”, ya que no hay libre competencia ni, tampoco, una “tendencia a la autorregulación”.

En un libro reciente (1), Soros dice que la teoría del equilibrio de los mercados “pretende tener estatus científico porque propone, como lo hacen las ciencias de la naturaleza, que existen leyes de validez universal que pueden ser invocadas para, a partir de allí, explicar los fenómenos financieros y realizar predicciones sobre el comportamiento de diferentes variables”.

No es así, dice Soros, que plantea la llamada “teoría de la reflexividad” la cual, de manera sucinta, puede definirse así: de una parte, existe la función cognitiva, que trata de comprender los acontecimientos; de otro, existe la función participativa, que trata de influir en los acontecimientos de manera favorable a quien lo hace. Dice Soros que, si ambas funciones operaran aisladamente, cada una podría alcanzar su propia meta.

Pero en la realidad eso no sucede: “los actos de las personas en los fenómenos sociales establecen una relación de doble sentido entre el pensamiento de los actores y la situación en la que intervienen. Esto introduce en el curso de los acontecimientos un elemento de contingencia o de incertidumbre, lo que determina que las opiniones de los actores no puedan tener, ni aspirar, al rango de conocimiento”.

Soros llama reflexividad a esa interferencia recíproca y dice que eso invalida los pronósticos de quienes no la toman en cuenta. Agrega que hace más de 20 años que explica su teoría “pero que nadie la ha tomado en serio, a pesar que permite explicar la situación actual de una manera superior a las explicaciones del paradigma dominante”.

Soros se autodefine como un filósofo amateur y le gusta combatir abiertamente a sus críticos. También es conocido por haber fundado la “Sociedad Abierta”, Open Society, donde ejerce una labor “filantrópica” en pro de la democracia en diversos países.

Si le aplicamos su propia teoría, habría que decir que sus propósitos altruistas (¿función cognitiva?) chocan con sus actividades especulativas (¿función participativa?). A tal punto de que sus más mordaces críticos afirman que sus propósitos no son otra cosa que una tentativa de borrar sus actividades. Lo que sí está fuera de toda duda es que los mercados financieros, dejados a su libre albedrío, han provocado la enorme crisis financiera y económica del capitalismo que estamos viviendo. Allí sí tiene toda la razón.

(1) El nuevo paradigma de los mercados financieros, Perseus Books, Nueva York, 2008.

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