Alto y claro
Por Xavier Caño Tamayo*
En algunas grandes empresas españolas (SEAT del grupo Volkswagen), los trabajadores han aceptado rebajarse el sueldo. En Reino Unido, un directivo de British Airways ha propuesto a los empleados que trabajen un mes gratis. Empresarios y autoridades monetarias piden reformar el mercado de trabajo, es decir, abaratar el despido y reducir los salarios.
Pero, “la situación laboral no ha sido causa de la crisis”, aseguran en un manifiesto 700 economistas y expertos laborales, catedráticos y profesores universitarios en España, y es indecente hacer pagar el coste de la crisis a los trabajadores.
Sin embargo, el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, afirma, por ejemplo, que España debe moderar los salarios, abaratar el despido, desligar aumentos de sueldos del incremento de precios, y reducir la protección de desempleados. También que se han de consolidar las expectativas de las familias y las empresas para que se vuelva a consumir e invertir.
Estupenda lógica la de Trichet: frenar salarios, abaratar despidos y reducir la protección social, pero al mismo tiempo que familias y empresas vuelvan a consumir e invertir. Si bajan salarios y despiden, ¿quién podrá comprar?
Tal contradicción hace dudar de la credibilidad de Trichet. Pero es coherente. Fiel a sus intereses de clase, la clase alta, la minoría con dinero y poder.
A Trichet le replica Paul Krugman, premio Nobel de Economía, quien el pasado mayo denunciaba que “los salarios están bajando a lo largo y ancho de Estados Unidos (…). Reflejan la realidad brutal de un mercado laboral débil: los trabajadores no protestan cuando les recortan el sueldo porque creen que no encontrarán otro trabajo. Pero la bajada de los salarios es síntoma de una economía enferma que puede empeorar aún más.
Las bajadas de los sueldos proliferan. Es un fenómeno muy extendido. Y podríamos enfrentarnos a la paradoja de los salarios: los trabajadores de una empresa pueden contribuir a salvar sus empleos accediendo a cobrar sueldos más bajos, pero si los empresarios recortan salarios en todos los sectores económicos, la consecuencia es aumento del paro. El recorte salarial aumenta el empleo en el caso de una empresa en concreto. Pero si todo el mundo rebaja sueldos, nadie obtiene ventaja competitiva. Los salarios bajos no benefician nada a la economía. Por el contrario, la caída de los sueldos empeora los problemas de la economía”.
Y Krugman nos recuerda que Japón (donde los sueldos del sector privado descendieron más del 1% anual durante ocho años hasta 2003) es lección práctica de cómo la deflación salarial estanca la economía.
Al otro lado del mundo, líderes sindicales australianos han propuesto que para salvar la economía es necesario un “salario máximo”. Y nueve diputados en el Reino Unido han propuesto establecer por ley “un límite al salario máximo anual que se pague a cualquier persona”. Proponen “considerar seriamente establecer el salario máximo”, porque las excesivas remuneraciones de los directivos y ejecutivos son una causa de los males de la economía mundial. Y es así porque, como denuncia Jeff Lawrence, líder de la federación sindical nacional de Australia, “salarios y gratificaciones insultantes para los ejecutivos han impulsado una cultura de riesgo excesivo y de actuación a corto plazo que es una de las principales causas de la crisis financiera global”.
En 2007, la remuneración de un director ejecutivo en las 500 primeras empresas de Estados Unidos era ¡344 veces la paga media de un obrero! Y en Australia, la diferencia entre el salario medio de un director ejecutivo y de un trabajador es de 63 veces, pero en 1990 sólo era 18 veces.
Aunque toda esa miseria e injusticia nos la explica mejor el poeta español Luis García Montero: “Cuesta trabajo asumir la frialdad criminal con la que los reyes del dinero han cambiado la economía productiva por la economía especulativa. Asombra la ingeniería mercantil que ha prescindido con alevosía de la creación de riqueza para forzar negocios avarientos, preocupados sólo por aumentar las ganancias de los que más tienen. Y llena de cólera comprender cómo los gobiernos europeos, conservadores y socialistas, han confundido la modernidad con la toma de decisiones encaminadas a favorecer la avaricia de los bancos y de sus especuladores.”
Dudo que se pueda decir más alto ni más claro.
* Periodista y escritor
www.solidarios.org.es