De la “no reforma del Estado” a los Núcleos Ejecutores

Por Humberto Campodónico


Días antes de asumir el premierato, Javier Velásquez Quesquén dijo que había perdido la esperanza de que este gobierno pudiera realizar la reforma del Estado porque no se había comenzado a tiempo y como ahora ya estábamos en un año preelectoral “debatir una norma en ese contexto en el Congreso es una vía improbable” (Gestión, 20/7/09).


Sin embargo, en el mensaje del 28, Alan García dijo que la puesta en marcha de la inversión vía los Núcleos Ejecutores era “la verdadera reforma del Estado”. Es obvio que, en el primer caso, Velásquez habla de la reforma del Estado (que no va a haber) entendida como carrera pública, es decir, un verdadero servicio civil que ponga en primer lugar la meritocracia para los ascensos y la homologación de los sueldos.

Según García, la “reforma del Estado” significa cómo hacer para que se gaste más dinero. Nada más. En el artículo publicado ayer en El Comercio, su lógica queda clara: se han programado inversiones en el 2009 por S/. 26,638 millones, de los cuales se ejecutará un máximo de 80%, es decir 21,300 millones de soles. Por lo tanto, sobran 5,000 millones. De esos, los Núcleos Ejecutores podrían gastar S/. 950 millones en el primer año. Gastar, gastar, gastar, que el mundo se va a acabar.

Hay que dejar bien en claro que si los tres niveles de gobierno (central, regionales y municipalidades) logran invertir S/. 21,300 millones, esta cifra es superior en 59% a los S/. 13,360 millones invertidos en el 2008 (año en el que la inversión creció 58% con respecto al 2007). Lo que sucede es que a García parece interesarle poco ese excelente nivel de avance porque lo que quiere es que invierta más a como dé lugar para que a fin de año se pueda mostrar una cifra positiva de crecimiento.

Si ese servicio civil estuviera funcionando bien, no solo se podrían ejecutar los S/. 26,268 millones presupuestados, que equivalen a 4% del PBI, sino varios miles de millones más (cada 1% del PBI son 3,700 millones de soles). Recordemos que el nivel promedio de inversión pública en la Región es de 6.5 a 7% del PBI, lo que nos hace ver el retraso peruano debido a las políticas neoliberales orientadas a reducir al Estado a su mínima expresión.

Como no se quiere tomar el toro por las astas, surgen toda clase de paliativos, como “la selección de los primeros 32 gerentes públicos”. Se parte de la idea que reforma del Estado puede ser postergada sine die (en el fondo no se la considera “necesaria”) y que va a funcionar el sistema del “top down management” (administración vertical), que se “bypassea” a todos los empleados públicos, motivo por el cual estos gerentes son vistos como cuerpos extraños y, por tanto, son rechazados.

Dicho esto, no está mal que se busque una mayor –y siempre regulada– inversión. El problema es que se sigue pateando para adelante la puesta en marcha de un servicio civil que se respete, como los que hay en Colombia, Chile y Brasil. Ese es el problema de fondo porque esos servicios civiles son los que realizan el gasto y la inversión de manera permanente —con este gobierno y con los que vengan— y a ese Estado moderno debemos apuntar.

En cambio, los Núcleos Ejecutores forman parte de un programa de emergencia para la realización de pequeñas obras locales y barriales, siempre y cuando el Estado disponga de los recursos para hacerlo. Aquí hay que hacer hincapié en que los Núcleos van a entrar en conflicto constante con las municipalidades, cuando son estas las que, justamente, se debiera fortalecer.

Pero, ojo, no solo eso. Mal usados, los Núcleos Ejecutores pueden constituir una especie de aparato de inversión ad hoc, puesto al servicio del gobernante de turno. Eso fue lo que sucedió bajo Fujimori, cuando Foncodes, el Infes y Pronamachcs se convirtieron en instrumentos de refuerzo de la popularidad del caudillo neoliberal. La no reforma del Estado en esta etapa pre-electoral, como dice Velásquez, puede llevarnos directamente al “micropulismo” electoral —como lo dice Alberto Adrianzén en reciente artículo— que tanto le gusta al presidente.

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