Salvar a las personas
Por Xavier Caño Tamayo*
Tras la caída del comunismo en los 90, se creía que serían abordados los graves problemas del mundo. Pero, contra toda esperanza, aumentaron desigualdad, pobreza, división, conflictos y violaciones de derechos humanos. El bloque capitalista vencedor (por abandono del contrario) organizó el mundo y la economía en beneficio de una minoría privilegiada. Más mercado y menos Estado; menos supervisión, menos normas; estratosféricos ingresos de directivos y ejecutivos; los bancos, cuanto más grandes, mejor; lo privado por encima de lo público; lo social, recortado… ¡El dios mercado lo arreglaría todo!
Tras la caída del comunismo en los 90, se creía que serían abordados los graves problemas del mundo. Pero, contra toda esperanza, aumentaron desigualdad, pobreza, división, conflictos y violaciones de derechos humanos. El bloque capitalista vencedor (por abandono del contrario) organizó el mundo y la economía en beneficio de una minoría privilegiada. Más mercado y menos Estado; menos supervisión, menos normas; estratosféricos ingresos de directivos y ejecutivos; los bancos, cuanto más grandes, mejor; lo privado por encima de lo público; lo social, recortado… ¡El dios mercado lo arreglaría todo!
Hoy sufrimos el catastrófico resultado del totalitarismo neoliberal: la crisis. El humorista español El Roto lo ha interpretado así: De un altísimo edificio que parece sede de algo poderoso surge un grito: ¡La operación ha sido un éxito: hemos conseguido que parezca crisis lo que fue saqueo!
No es cuestión de debate académico. La crisis golpea a las personas, no perdona a nadie. Arremete contra todos. Y hay que salir de ella. La ONU advierte de que puede haber hasta 90 millones más de pobres extremos en el mundo.
Durante la crisis, aumentó la pobreza extrema en México. Prácticamente la mitad de los mexicanos (algo más del 47%) son pobres. En dos años, los mexicanos que no podían comprar alimentos básicos pasaron 14 millones a más de 19, según el Consejo de Evaluación de Política Social. En España, la pobreza alcanza al 20% de la población, pero entre los jubilados, al 31%. En Estados Unidos, según datos de lo Oficina Federal del Censo, el número de pobres ‘en extremo’ aumentó un 26 % y ya son casi 38 millones.
La crisis no deja de deteriorar economías e incrementar la pobreza. Sin embargo, algunas voces piden que se cierre el grifo de la inversión estatal después de que la mayoría de grandes bancos y corporaciones recibieran dinero público y se libraran del desastre que crearon. Pero el dinero público aún no ha llegado en cantidad suficiente a la economía real, la única que merece el nombre de economía.
Así lo ha escrito Samuelson, Nobel de Economía 1970: “Se equivocan quienes hablan de recuperación próxima. El rescate del necesario gasto sostenido en la economía real apenas ha comenzado. Sin ese gasto sostenido la recuperación es imposible. Sí, había que rescatar entidades financieras, ¿pero alguien habló sobre la necesidad de enviar dinero a la economía real para fomentar el gasto sostenido?”.
Según Alianza Española contra la Pobreza (federación de más de 100 organizaciones solidarias), erradicar la pobreza y reducir la desigualdad han de ser motor de medidas contra la crisis. Más eliminar paraísos fiscales, cancelar deuda de países empobrecidos, aumentar la inversión en prestación pública de servicios esenciales… Ni siquiera por solidaridad, que también, sino para que la economía funcione de nuevo.
La crisis es fruto de un cúmulo de miserias, codicias y fracasos en lo financiero y económico, y en los mecanismos de supervisión y vigilancia. Al que hay que sumar el de la izquierda.
La izquierda socialdemócrata, pragmática, más favorable a los trabajadores, que antaño consiguió mejor vida para los ciudadanos… ha sido timorata, pusilánime y vergonzante. No ha puesto en cuestión el capitalismo, siquiera teóricamente. Y ha acatado principios y prácticas de la derecha que, por esencia, historia y actuación ha defendido y defiende los intereses de las minorías privilegiadas. Esa izquierda ha cedido ante los batallones y divisiones mediáticos de la derecha que han modelado una sociedad individualista en la que tener está por encima de ser, la justicia ha devenido utopía y la solidaridad ha retrocedido a caridad cicatera. Esa izquierda, incapaz de acometer políticas fraternales, radicalmente solidarias y justas, ha defendido el mercado y propagado el falaz “consenso de Washington”.
Acaso el camino sea el señalado por Calixto Ortega, parlamentario de la Asamblea de Venezuela: “Vamos hacia un sistema humano y solidario donde no están excluidas ni la propiedad privada, ni la iniciativa privada, pero donde destaca la importancia del ser humano frente a los intereses del capital”.
El Roto acierta de nuevo con la ilustración de un hombre en aguas agitadas del que sólo sobresale la cabeza: “Rescatadnos a los que estamos con el agua al cuello, no a quienes nos ahogan”.
* Periodista y escritor
www.solidarios.org.es
No es cuestión de debate académico. La crisis golpea a las personas, no perdona a nadie. Arremete contra todos. Y hay que salir de ella. La ONU advierte de que puede haber hasta 90 millones más de pobres extremos en el mundo.
Durante la crisis, aumentó la pobreza extrema en México. Prácticamente la mitad de los mexicanos (algo más del 47%) son pobres. En dos años, los mexicanos que no podían comprar alimentos básicos pasaron 14 millones a más de 19, según el Consejo de Evaluación de Política Social. En España, la pobreza alcanza al 20% de la población, pero entre los jubilados, al 31%. En Estados Unidos, según datos de lo Oficina Federal del Censo, el número de pobres ‘en extremo’ aumentó un 26 % y ya son casi 38 millones.
La crisis no deja de deteriorar economías e incrementar la pobreza. Sin embargo, algunas voces piden que se cierre el grifo de la inversión estatal después de que la mayoría de grandes bancos y corporaciones recibieran dinero público y se libraran del desastre que crearon. Pero el dinero público aún no ha llegado en cantidad suficiente a la economía real, la única que merece el nombre de economía.
Así lo ha escrito Samuelson, Nobel de Economía 1970: “Se equivocan quienes hablan de recuperación próxima. El rescate del necesario gasto sostenido en la economía real apenas ha comenzado. Sin ese gasto sostenido la recuperación es imposible. Sí, había que rescatar entidades financieras, ¿pero alguien habló sobre la necesidad de enviar dinero a la economía real para fomentar el gasto sostenido?”.
Según Alianza Española contra la Pobreza (federación de más de 100 organizaciones solidarias), erradicar la pobreza y reducir la desigualdad han de ser motor de medidas contra la crisis. Más eliminar paraísos fiscales, cancelar deuda de países empobrecidos, aumentar la inversión en prestación pública de servicios esenciales… Ni siquiera por solidaridad, que también, sino para que la economía funcione de nuevo.
La crisis es fruto de un cúmulo de miserias, codicias y fracasos en lo financiero y económico, y en los mecanismos de supervisión y vigilancia. Al que hay que sumar el de la izquierda.
La izquierda socialdemócrata, pragmática, más favorable a los trabajadores, que antaño consiguió mejor vida para los ciudadanos… ha sido timorata, pusilánime y vergonzante. No ha puesto en cuestión el capitalismo, siquiera teóricamente. Y ha acatado principios y prácticas de la derecha que, por esencia, historia y actuación ha defendido y defiende los intereses de las minorías privilegiadas. Esa izquierda ha cedido ante los batallones y divisiones mediáticos de la derecha que han modelado una sociedad individualista en la que tener está por encima de ser, la justicia ha devenido utopía y la solidaridad ha retrocedido a caridad cicatera. Esa izquierda, incapaz de acometer políticas fraternales, radicalmente solidarias y justas, ha defendido el mercado y propagado el falaz “consenso de Washington”.
Acaso el camino sea el señalado por Calixto Ortega, parlamentario de la Asamblea de Venezuela: “Vamos hacia un sistema humano y solidario donde no están excluidas ni la propiedad privada, ni la iniciativa privada, pero donde destaca la importancia del ser humano frente a los intereses del capital”.
El Roto acierta de nuevo con la ilustración de un hombre en aguas agitadas del que sólo sobresale la cabeza: “Rescatadnos a los que estamos con el agua al cuello, no a quienes nos ahogan”.
* Periodista y escritor
www.solidarios.org.es