Los monopolios pesqueros

 
Por Antonio Luna Neyra


Desde que Rafael Rey asumió el Ministerio de la Producción, con todo el apoyo del Estado y con mucha picardía  y harto dinero, los capitalistas de la pesca han puesto en práctica un estratégico y bien diseñado plan con el propósito no solamente de consolidar la  vieja política  pesquera, orientada fundamentalmente a la producción y exportación de harina y aceite de pescado, sino además con la finalidad de fortalecer la presencia hegemónica de los grupos de mayor poder económico en la pesca, los monopolios pesqueros.


Con el cuento de establecer un nuevo orden pesquero en el país para supuestamente salvar a la biomasa marina de la depredación de la que es objeto desde hace más de 50 años, Rey Rey y sus parciales  inventaron y pusieron  en marcha  una novedosa y astuta forma de acaparamiento y apropiación del recurso marino a favor de los grupos monopólicos y en perjuicio de la alimentación del pueblo,    de los pequeños y medianos empresarios pesqueros y, sobre todo, en menoscabo de los derechos  de los propios trabajadores del mar,  activos y  jubilados, que ven degradadas sus ya precarias condiciones de trabajo y seguridad social y avizoran un incierto futuro de su plan de vida y de la actividad pesquera.

Resulta paradójico, jocoso e insultante para los pescadores y el pueblo que los mismos que depredaron nuestros recursos durante más  de medio siglo, ahora se rasguen las vestiduras y pretendan aparecer como los salvadores de su propia depredación. Este extraño artificio no puede ser sino el resultado de la política del  gato como despensero que aplicó el ministro Rey y consecuencia directa de la amnesia que sufren algunos dirigentes sindicales que se han olvidado que los intereses de los trabajadores y el pueblo jamás serán los mismos  intereses de los grandes monopolios. Por lo pronto ya han despedido a más de 2 mil pescadores bajo la modalidad de retiros voluntarios.

La brutal arremetida monopolista de Rey Rey, cuyo  eje principal son las cuotas individuales de pesca (D.L. 1084), pretende concentrar y centralizar cada vez en menos manos todo el recurso marino y la riqueza que genera la actividad pesquera.  Y para ello, el ministro no tuvo reparos en acelerar este proceso, buscando desaparecer, a las buenas o a las malas, a los pequeños y medianos empresarios porque finalmente se verán en la necesidad imperiosa de  vender sus embarcaciones y fábricas a los grandes depredadores.

El motivo principal que motoriza y acelera esta voraz ambición depredadora de los tiburones de la pesca, es el alto precio de la harina y aceite de pescado, que, al igual que el de los minerales,  experimenta  un gran momento debido a su gran demanda en el mercado mundial y todo indica que seguirá en alza en los próximos años, pudiendo llegar a alrededor de $ 2,000.oo la TM de harina y $ 2,500.oo la TM de aceite, es decir 4 veces más que su precio anterior.

Estas jugosas y extraordinarias utilidades marinas, atraen a los grandes financistas y banqueros con la misma atracción con que el olor a pescado cautiva a los felinos.  En este marco, no es casual ni inesperado que TASA (de propiedad de los Brescias) haya comprado SIPESA y se haya convertido en la empresa pesquera más poderosa del Perú y el mundo (más de 700 mil millones de dólares). Como no es casual que  los más usureros y platudos de las finanzas y la banca peruana, como son los Romero, ingresen con fuerza endemoniada al sector en momentos que la pesca atraviesa su  peor “crisis”  y nuestro mar sufre una gran ausencia de  anchoveta, (¿Acaso quieren perder sus inversiones?) 

Acostumbrados a llevarse el dinero en contenedores, lo que quieren los grupos monopólicos es llevarse cuanto antes todo el recurso marino aprovechando el alza de precios, aunque tengan que arrasar con la anchoveta ( 6 a 7 millones de TM al año) y con los alimentos de todos los peruanos que yacen en nuestro mar territorial, el mar más rico del mundo, y los puertos languidezcan  y se ahoguen en medio de la escasez, la falta de trabajo y la miseria.

Los pescadores y el pueblo peruano no debemos permitir que los recursos marinos y los puertos caigan definitivamente en manos de unos cuantos grupos de poder que quieren terminar con las firmes esperanzas de  resurgimiento del sector, mediante el continuismo de una trasnochada política pesquera depredadora que llevó a la pesca a una crisis al borde del colapso y a los pescadores y jubilados a su total pauperización y a la pérdida de su seguridad social y demás beneficios y derechos.

Lo que se necesita es una nueva política pesquera  y una nueva ley de pesquería que establezcan un verdadero reordenamiento del sector a partir de la defensa del recurso y su orientación fundamental a solucionar el problema de la alimentación, a diversificar y crear puestos de trabajo, a generar riqueza y distribuirla equitativamente, a respetar el medio ambiente y su equilibrio ecológico y a contribuir al bienestar y el desarrollo del país.

La pesquería no debe reducirse únicamente a la producción y exportación de harina y aceite de pescado. La pesquería contiene infinidad de áreas y especialidades que necesitan ser suficientemente abordadas y desarrolladas para proceder realmente a establecer un nuevo orden del sector, para superar la crisis y la depredación de la anchoveta y para reorientar la política pesquera hacia la alimentación popular. Si se logra esto, los problemas de los trabajadores del mar y de las fábricas serán más fáciles de solucionar y la pesca servirá realmente para generar  bienestar general y  desarrollo de los puertos y el país. El D.L. 1084 de las cuotas individuales debe derogarse de inmediato.