Invasores chilenos profanan Catedral de Lima

Escribe: César Vásquez Bazán

Bestias del sur ultrajaron a la Iglesia y el Episcopado.

Vejaron en tres oportunidades la dignidad de la principal Iglesia de Lima.

El Arzobispo y el Cabildo Eclesiástico de Lima denegaron el uso de la Catedral para rendir homenaje a los invasores chilenos muertos matando peruanos en San Juan y Miraflores.

 

La carta, fechada el 29 de enero de 1881, está firmada por Pablo Ortiz, Secretario del Venerable Cabildo Eclesiástico (Oración fúnebre 1881, 6).

Ver documento aquí.

La primera de las profanaciones de los invasores chilenos se produjo dos semanas después de la ocupación de Lima.

Fue ejecutada por el Capellán Mayor del Ejército de Chile, presbítero Florencio Fontecilla, siguiendo órdenes del criminal de guerra Manuel Baquedano. Protegido por la soldadesca responsable del Holocausto de Chorrillos, puesta a su disposición por el mencionado Baquedano, el cura Fontecilla penetró en la Catedral de Lima el 30 de enero de 1881 y tomó posesión de ella para celebrar honras fúnebres en recuerdo de los soldados chilenos muertos matando peruanos.

A pesar que la petición presentada por Fontecilla fue denegada aduciendo “graves motivos”  por Francisco de Asís Orueta y Castrillón, Arzobispo de Lima, y el Venerable Cabildo Eclesiástico Metropolitano, Fontecilla y la soldadesca chilena ocuparon la Catedral de Lima por varios días.

Decreto del criminal de guerra chileno Manuel Baquedano ordenando al Cabildo Eclesiástico la entrega de la Catedral de Lima el 30 de enero de 1881 (Ahumada 1982, 130)

La segunda profanación se produjo con la realización de las honras fúnebres para los invasores chilenos. Éstas se iniciaron a las diez y media de la mañana del 31 de enero de 1881. Violando la norma religiosa que en el Altar Mayor de la Catedral de Lima sólo podían celebrar los canónigos o miembros de su Coro, el chileno Fontecilla ofició una misa de réquiem en sufragio de los chilenos muertos en San Juan y Miraflores (García Irigoyen 1898, 71). Posteriormente, el 3 de febrero de 1881, el presbítero chileno Salvador Donoso consumó el sacrilegio pronunciando una Oración Fúnebre por sus compatriotas caídos.

La tercera profanación se produjo meses después, cuando los ladrones chilenos de uniforme robaron las hermosas puertas de fierro forjado existentes en la Catedral de Lima. Al igual que hicieron con lo robado en la Biblioteca Nacional, la Casa de la Moneda, la Imprenta del Estado y el Palacio de la Exposición, las puertas de la Catedral fueron enviadas a Santiago, donde fueron entregadas a John North, conocido en Chile como el “Rey del Salitre”. A su vez, el traficante North reenvió a Inglaterra las puertas de fierro forjado de la Catedral de Lima. Las puertas de la Catedral de Lima sirvieron para adornar el castillo de su propiedad, en el condado de Kent (Peña Muñoz 2008, 109).

El 2 de febrero de 1881, el canónigo peruano Manuel Santiago Medina hizo pública su protesta por el ultraje cometido en contra de la Iglesia, el Arzobispo y el Cabildo Eclesiástico de Lima. Medina recordó que por sus acciones, habían caido en excomunión el criminal de guerra chileno Manuel Baquedano y todos los que colaboraron o cumplieron su mandato de secuestro de la Catedral de Lima.

Obras citadas

Ahumada, Pascual. 1982. Guerra del Pacífico. Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, Tomos VII y VIII, páginas 130-131.

García Irigoyen, Manuel. 1898. Historia de la Catedral de Lima, 1535-1898. Lima: Imprenta de “El País”.

Oración fúnebre por los jefes, oficiales y soldados chilenos muertos en los combates de Chorrillos y Miraflores, predicada en la Catedral de Lima el 3 de febrero de 1881 por el presbítero Salvador Donoso. 1881. Lima: Imprenta de “La Actualidad”.

Peña Muñoz, Manuel. 2008. Chile, Memorial de la Tierra Larga: Crónicas. Santiago de Chile: RIL Editores.

Protesta pública de Manuel Santiago Medina, canónigo de la Catedral de Lima, contra el decreto de Baquedano, norma que ultraja a la Iglesia y Episcopado peruanos (2 de febrero de 1881).

La Catedral de Lima también fue ultrajada por los genocidas y ladrones de 1879

 

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