Escribe: César Vásquez Bazán

Mayor General William Lassiter, Presidente de la Comisión Plebiscitaria, denuncia la agresión de los sureños.

Policía chilena en Tacna se hizo de la vista gorda.- Militares chilenos entre los atacantes.

William Lassiter, Mayor General del Ejército de los Estados Unidos, Presidente de la Comisión Plebiscitaria de Tacna y Arica

Disturbios en Tacna durante la mañana del 6 de enero de 1926

Informe del Mayor General del Ejército de los Estados Unidos William Lassiter,

Presidente de la Comisión Plebiscitaria

Arica, 14 de junio de 1926

En la mañana del 6 de enero de 1926, llegó a Tacna en tren desde Arica el primer contingente considerable de peruanos, presuntamente electores calificados, que intentaban regresar a esa ciudad para participar en el plebiscito. El siguiente relato, basado en el testimonio personal de los miembros del personal de la Presidencia de la Comisión Plebiscitaria que estuvieron presentes como testigos de los hechos, describe los acontecimientos de esa mañana.

La llegada prevista de los peruanos fue anunciada en un artículo publicado en el periódico de la mañana de Tacna, distribuido horas antes de la llegada del tren. Las medidas adoptadas por la policía y las acciones del gentío reunido con antelación en la estación ferroviaria establecen fuera de toda duda que tanto las autoridades chilenas como el público de Tacna tenían conocimiento amplio de la llegada de los peruanos.

A su llegada a Tacna, los peruanos se comportaron en forma ordenada y adecuada, sin incurrir en provocación a la multitud reunida en la estación del ferrocarril y cerca de ella.

Multitud hostil en la estación del tren recibió a los peruanos

Los peruanos fueron recibidos a su llegada a Tacna por una muchedumbre chilena hostil conformada por cerca de quinientas personas reunidas en la estación y en las inmediaciones.

En su mayor parte, la turba estaba compuesta por elementos violentos; una gran parte de ella exhibía los colores de la bandera chilena. El gentío recibió la llegada de los peruanos con aplausos y gritos a favor de Chile y con gritos amenazadores e insultantes contra ellos. Los peruanos no respondieron a los gritos del populacho. Conforme iban bajando del tren, la turba se acercaba a ellos y los atacaba a puñetazos, puntapiés y palazos. La policía estaba presente con el propósito aparente de proteger a los peruanos. Sin embargo, fracasaron totalmente en cumplir con esta obligación, incluso en el andén de la estación y dentro del edificio del terminal ferroviario.

A la salida de la estación y en las calles de Tacna se produjo una agresión pública, brutal y prolongada, en contra de los peruanos, que intentaban trasladarse al centro de la ciudad, algunos en autos y otros a pie. Este acoso se produjo en presencia de, al menos, veinticinco policías y de una turba vociferante y hostil.

Uno tras otro, los peruanos fueron separados del grupo por pandillas organizadas, cada uno compuesta por entre seis y diez chilenos, y en presencia de la policía fueron golpeados en el suelo, pateados, apaleados, robados y, en general,  maltratados escandalosamente.

Los peruanos siguieron su recorrido, siendo apedreados. Continuaron recibiendo insultos, amenazas y agresiones similares, a lo largo de su lento avance de la estación ferroviaria a una casa en la calle Carreras, cerca de la calle San Martín, donde se refugió la mayoría de ellos. Los peruanos no pudieron defenderse de manera efectiva en contra de sus agresores. Fueron asaltados sin provocación y casi sin resistencia. Muchos peruanos resultaron heridos, algunos de gravedad. La apariencia de protección de la policía fue tan ineficiente, tan falta de entusiasmo y tan completamente ineficaz, que sugiere que la mayor parte de la policía, si no realmente en connivencia con los agresores, simpatizaba con ellos y no tenía intención de oponer resistencia real a sus ataques, o de ofrecer una real protección a los peruanos.

Testigos presenciales de todos los incidentes, desde la salida de la estación del tren hasta la casa de la calle Carreras, no vieron que la policía hubiera arrestado o usado arma alguna en contra los asaltantes. No sólo las autoridades responsables de Tacna no emplearon las fuerzas militares para proporcionar la protección que la policía no ofreció, sino que oficiales y soldados vestidos con el uniforme militar de Chile estuvieron presentes entre la turba y expresaron su abierta simpatía con los asaltantes. Los ataques a los peruanos parecen haber sido premeditada y deliberadamente planificados de antemano.

Como prueba adicional de la actitud de las autoridades chilenas de Tacna, cabe mencionar que en la noche del mismo día, en la misma ciudad de Tacna, y a sólo unos cientos de metros del mismo punto, dos miembros prominentes de la Delegación Plebiscitaria Peruana y el oficial de marina al mando del transporte peruano Rímac fueron atacados por una turba y sometidos a una paliza prolongada y brutal sin que la policía interviniese.

Fuente del Informe: General Lassiter’s Report on Tacna-Arica, “Advocate of Peace through Justice”, Vol. 88, No. 7, julio de 1926, páginas 435 y 436.

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