En sus Comentarios Reales, en el Libro VII, capítulos VI (“Quarta fiesta sus ayunos y el limpiarse de sus males”) y VII (“Fiesta noturna para desterrar los males de la ciudad”), el Inca Garcilaso de la Vega explica cómo los incas celebraban el Situa Raimi o Cápac Situa para alejar males y plagas, lo que se hacía entre agosto y setiembre después del mes de siembra y antes de la época de lluvias.
Un ritual inca de las nubes, dibujo de Fr. Martín Murúa
Otro cronista que informa de la Situa es Cristóbal de Molina en Relación de las fábulas y ritos de los Incas.
En el Cápac Situa (‘gran festividad’), que se celebraba en espacios abiertos, no en templos, la nobleza y el pueblo actuaban con mucha convicción y tenían el pensamiento e intención de expulsar los males, plagas y espíritus malignos. El rito se iniciaba cuando un inca de la nobleza con ímpetu de guerra —porque hacían la guerra contra las fuerzas del mal— llegaba corriendo a la plaza principal del Cusco donde lo esperaban cuatro incas cuyas lanzas tocaba con la suya; acto seguido estos cuatro nobles corrían por la ciudad lanza en mano y salían de ella en cuatro direcciones diferentes hasta cinco leguas sacando los males, mientras los vecinos se despojaban de sus prendas de vestir y las sacudían como quien bota el polvo y hacían ademán de lavarse la cara.
Al día siguiente en la noche recorrían la ciudad con hachos[1] atados a cuerdas que hacían girar; finalmente, ya consumidos, los arrojaban a los arroyos para que se los llevara el agua. Con la mentalidad mágica de la época, consideraban que los males se transferían a los hachos, y al quemarse estos se quemaban los males.
Reproducimos la descripción del Inca Garcilaso con la ortografía antigua del libro, por ejemplo tambiẽ por también, lança por lanza, redõda por redonda, etc.
Los quatro incas partían corriẽdo hazia los quatro caminos reales que salen de la ciudad y van a las quatro partes del mundo que llamaron Tauantinsuyu; los vezinos y moradores, hombres y mugeres, viejos y niños, mientras los quatro yuan corriendo, salían a las puertas de sus casas y con grandes vozes y alaridos de fiesta y regozijo sacudían la ropa que en las manos sacauan de su vestir y la que tenían vestida, como quãdo sacuden el poluo; luego passauan las manos por la cabeça y rostro, braços y piernas y por todo el cuerpo, como quando se lauan, todo lo qual era echar los males de sus casas para que los mensajeros del sol los desterrasen de la ciudad. Esto hazían no solamente en las calles por donde passauan los quatro Incas, mas también en toda la ciudad generalmente; los mensageros corrían con las lãças vn quarto de legua fuera de la ciudad, donde hallauan apercibidos otros quatro Incas, no de la sangre real, sino de los de priuilegio, los quales tomando las lanças corrían otro quarto de legua, y así otros y otros hasta alexarse de la ciudad cinco y seys leguas, donde hincauan las lanças como poniendo término a los males desterrados, para que no boluiessen de allí adentro.
(Cap. VI del Libro VII)
La noche siguiẽte salían con grandes hachos de paja texida como los capachos del azeite en forma redõda como bolas: llámanles Pãcuncu; duran mucho en quemarse. Atáuanles sendos cordeles de vna braça en largo; con los hachos corrían todas las calles, hondeándolas hasta salir fuera de la ciudad, como que desterrauan con los hachos los males noturnos, hauiendo desterrado con las lanças los diurnos; y en los arroyos q˜ por ella passan echauã los hachos quemados y el agua en que el día antes se hauían lauado, para que las aguas corrientes lleuassen a la mar los males que con lo vno y lo otro hauían echado de sus casas y de la ciudad. Si otro día después qualquier Yndio, de qualquier edad que fuesse, topaua en los arroyos algún hacho destos, huya del más que del fuego, por que no se le pegassen los males que con ellos hauían ahuyentado.
(Cap. VII del Libro VII)
[1] Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, hacho es “Manojo de paja o esparto encendido para alumbrar”. En quechua la palabra correspondiente es pankunku.
El catolicismo frente a las plagas. San Vicente Ferrer San Vicente Ferrer es el santo con mayor número de milagros realizados por su intercesión en la Historia de la Iglesia, se cuenta más de 860 de ellos tras su muerte y en vida ningún biógrafo pudo contarlos, pues desde que predicó había al menos ocho al día. Algunos sugieren que serían unos 55 mil, de toda clase, incluyendo resurrecciones.. Uno de ellos sucedió durante su predicación en Murcia, España, en 1,411. Los agricultores entristecidos le señalaron que eran azotados por la plaga de langostas y temían perder sus cosechas. El santo y los sacerdotes que solían acompañarlo por muchas ciudades, fueron cantando himnos y con hisopos (en el gráfico) fueron asperjando con agua bendita hacia las cuatro esquinas de la ciudad, en forma de cruz.
Terminado el ritual las langostas habían caído muertas y San Vicente Ferrer dijo a los lugareños que cosecharían con normalidad, lo cual ocurrió.
Vemos que los incas compartían con el catolicismo la noción de enfrentar a la plaga por los cuatro extremos de la ciudad. |
Imagen de San Vicente Ferrer en la basílica de Santo Domingo, Lima (al centro)