El viejo sueño de Mandela
Por David Rodríguez Seoane*
“Forma parte ya de la realidad sudafricana. Tanto como lo es en Occidente, donde los modelos se hacen a través de la televisión, la radio y los periódicos. El que conduce el mejor coche o el que luce las ropas más vistosas es el más venerado por la juventud actual”, asegura Prince Mashele, director del Centro de Investigación Política de Sudáfrica.
“Forma parte ya de la realidad sudafricana. Tanto como lo es en Occidente, donde los modelos se hacen a través de la televisión, la radio y los periódicos. El que conduce el mejor coche o el que luce las ropas más vistosas es el más venerado por la juventud actual”, asegura Prince Mashele, director del Centro de Investigación Política de Sudáfrica.
Nelson Mandela, la personalidad más sobresaliente del país y auténtico modelo a seguir, para muchos ya no sirve como referente. La escala de valores ha cambiado y los políticos también. Madiba, como es conocido entre sus paisanos, dedicó la mayor parte de sus 91 años a la lucha contra el apartheid. De ellos 27 los vivió encarcelado por el gobierno en la prisión de Robben Island. Hoy, es un símbolo de la libertad y de la defensa de los derechos humanos. Pero, el camino recto trazado por el prisionero número 466/64 no ha tenido continuidad en sus “herederos” políticos, absorbidos por excesos que conducen únicamente a la corrupción. El sueño de Mandela se ha transformado en un enorme laberinto de senderos que se bifurcan.
El lujo, las fiestas, los coches de carreras y la ostentación ridícula de los bienes materiales han eclipsado con su brillo a los valores de lucha y esfuerzo que encarna la figura del que fue el primer presidente electo democráticamente en el país africano.
Jacob Zuma, actual jefe de gobierno y líder del Congreso Nacional Africano (ACN, en sus siglas inglesas), encabeza la lista de una nueva clase política que ha olvidado la historia y la grandeza de sus predecesores. Su único interés es engordar sus arcas privadas sin importarle el bienestar del pueblo sudafricano, uno de los más desiguales del mundo, en el que ser blanco todavía supone ganar seis veces más y en el que una gran parte de la sociedad construye su hogar con chapa y cartón. Zuma, la manutención de sus veinte hijos reconocidos y de sus cuatro mujeres le cuesta al Estado la escandalosa cifra de dos millones de dólares al año. Mientras a las puertas de palacio, el 48% de la población malvive con 32 euros al mes.
El caso del presidente Zuma, de 68 años, no es único. La codicia y el nepotismo se reparten por igual también entre las nuevas generaciones de políticos. El ejemplo más vergonzoso se llama Julius Malema. Se trata de un joven que apenas ronda la treintena, líder de las juventudes de ACN. No tiene estudios, pero sus importantes conexiones con el poder le permiten mantener un estilo de vida por todo lo alto en el que, a menudo, tienen cabida extravagantes despilfarros. Así, en su último cumpleaños no tuvo ningún reparo en “bañar” a la prensa con Moët Chandon en un estadio de fútbol alquilado en exclusiva con motivo del festejo. Según los periódicos locales, la pomposa burbuja en la que vive inmerso se debe a los contratos municipales que el Gobierno ha adjudicado a sus empresas. Sus beneficios superan los 20 millones de dólares.
Lo peor de todo es que espejos como el de Malema, condenado recientemente por el Tribunal de Igualdad de Johannesburgo por unas declaraciones irresponsables y degradantes contra las mujeres, son en los que se miran muchos jóvenes sudafricanos, hipnotizados por los reflejos del éxito fácil y las posibilidades del dinero a espuertas. Con el materialismo y el consumismo como estandartes de la sociedad, la cultura del esfuerzo ha caído en desuso.
Entonces, ¿Por qué ser honesto si existe un camino más corto para el triunfo? ¿Para qué sirvió la lucha por la liberación? ¿Cuál fue el sueño de Mandela? Ubuntu. Una única palabra, propia de la ideología tradicional africana (originaria de las lenguas zulú y xhosa), sirve para responder a las preguntas anteriores y a tantas otras como se formulen. Un concepto que suele traducirse con diferentes expresiones como “humanidad hacia los demás” o “yo soy porque nosotros somos” y en el que se contienen numerosos aspectos relacionados con la confianza, el respeto y la comunidad.
Ubuntu es la esperanza de Sudáfrica de volver a encontrar la salida de su propio laberinto y recuperar el camino olvidado. Ése fue el sueño de Mandela.
*Periodista
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El lujo, las fiestas, los coches de carreras y la ostentación ridícula de los bienes materiales han eclipsado con su brillo a los valores de lucha y esfuerzo que encarna la figura del que fue el primer presidente electo democráticamente en el país africano.
Jacob Zuma, actual jefe de gobierno y líder del Congreso Nacional Africano (ACN, en sus siglas inglesas), encabeza la lista de una nueva clase política que ha olvidado la historia y la grandeza de sus predecesores. Su único interés es engordar sus arcas privadas sin importarle el bienestar del pueblo sudafricano, uno de los más desiguales del mundo, en el que ser blanco todavía supone ganar seis veces más y en el que una gran parte de la sociedad construye su hogar con chapa y cartón. Zuma, la manutención de sus veinte hijos reconocidos y de sus cuatro mujeres le cuesta al Estado la escandalosa cifra de dos millones de dólares al año. Mientras a las puertas de palacio, el 48% de la población malvive con 32 euros al mes.
El caso del presidente Zuma, de 68 años, no es único. La codicia y el nepotismo se reparten por igual también entre las nuevas generaciones de políticos. El ejemplo más vergonzoso se llama Julius Malema. Se trata de un joven que apenas ronda la treintena, líder de las juventudes de ACN. No tiene estudios, pero sus importantes conexiones con el poder le permiten mantener un estilo de vida por todo lo alto en el que, a menudo, tienen cabida extravagantes despilfarros. Así, en su último cumpleaños no tuvo ningún reparo en “bañar” a la prensa con Moët Chandon en un estadio de fútbol alquilado en exclusiva con motivo del festejo. Según los periódicos locales, la pomposa burbuja en la que vive inmerso se debe a los contratos municipales que el Gobierno ha adjudicado a sus empresas. Sus beneficios superan los 20 millones de dólares.
Lo peor de todo es que espejos como el de Malema, condenado recientemente por el Tribunal de Igualdad de Johannesburgo por unas declaraciones irresponsables y degradantes contra las mujeres, son en los que se miran muchos jóvenes sudafricanos, hipnotizados por los reflejos del éxito fácil y las posibilidades del dinero a espuertas. Con el materialismo y el consumismo como estandartes de la sociedad, la cultura del esfuerzo ha caído en desuso.
Entonces, ¿Por qué ser honesto si existe un camino más corto para el triunfo? ¿Para qué sirvió la lucha por la liberación? ¿Cuál fue el sueño de Mandela? Ubuntu. Una única palabra, propia de la ideología tradicional africana (originaria de las lenguas zulú y xhosa), sirve para responder a las preguntas anteriores y a tantas otras como se formulen. Un concepto que suele traducirse con diferentes expresiones como “humanidad hacia los demás” o “yo soy porque nosotros somos” y en el que se contienen numerosos aspectos relacionados con la confianza, el respeto y la comunidad.
Ubuntu es la esperanza de Sudáfrica de volver a encontrar la salida de su propio laberinto y recuperar el camino olvidado. Ése fue el sueño de Mandela.
*Periodista
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