Rosa Bronstein
Cuando ya parecía superado, el aeropuerto de Ben Gurión está siendo la entrada de nuevos contagios de covid-19 en Israel, particularmente de la variante delta, la preocupación va en aumento y los vuelos internacionales no dejan de aterrizar.
Casi un año y medio después del comienzo de la crisis sanitaria del coronavirus el Gobierno israelí ha decidido nombrar un supervisor de la principal entrada al país: el único aeropuerto internacional del país, Ben Gurión, que se ha convertido en el eslabón más débil de la cadena.
El pasado domingo el primer ministro, Naftali Bennett, nombró a un general en la reserva, Ronny Numa, (quien lidió con la pandemia en los díscolos barrios ultraortodoxos del país, resistentes a seguir las normativas sanitarias) como coordinador del covid en el aeropuerto. Una tarea poco envidiable.
El nombramiento sucedió una semana después de que el sistema de pruebas del coronavirus para los pasajeros entrantes se estropease y, así, entraron en el país miles de personas sin pasar la prueba.
El número de casos confirmados en el país también va en aumento diario, muchos de ellos de la nueva variante conocida antes como de la India y ahora como delta.
PAÍSES PROHIBIDOS
El gobierno anterior prohibió a los israelíes visitar ciertos países con altas tasas de infección, sin embargo, quien violaba esa normativa tampoco era sancionado necesariamente, según un informe de la televisión pública Kan.
Las regulaciones dicen que solo se puede viajar a un país "rojo" si se vive allí de modo permanente o si tienen un permiso especial del Ministerio de Interior. Sin embargo, en las causas de viaje cabe también marcar "otra", y por ese agujero parece que se han colado muchas personas. Y otras critican que ese comité es solo de adorno.
Los países prohibidos son Argentina, Brasil, India, Suráfrica, Rusia y México. Y como no hay vuelos directos a la mayoría de esos países, los vuelos de enlace son la otra manera de escapar a la regulación. Tanto a la ida como a la vuelta, lo que ha resultado en cientos de personas que han visitado los países "rojos" sin hacer cuarentena al regreso.
Es más, la Autoridad de Inmigración y Población del Ministerio de Interior encargada de otorgar los permisos y exenciones admitió al diario Haaretz que "no hay manera de saber a dónde va la gente y de dónde vienen".
LAS PRUEBAS DE COVID, OTRA FUENTE DE FRUSTRACIÓN
Los viajeros vacunados que regresan al país deben hacer una prueba menos de 72 horas antes de su vuelo y otra cuando aterrizan en el aeropuerto. Mientras que los no vacunados que aterrizan en Israel deben ir directamente del aeropuerto al lugar donde quedarán aislados.
Los vacunados, por su parte, solo harán cuarentena si la prueba del aeropuerto da positiva, sin embargo, hasta que llegan sus resultados puede pasar mucho tiempo, a menudo más de 24 horas, y en ese tiempo se puede ir diseminando el virus.
"En los primeros meses la empresa Omega hacía los tests en el aeropuerto y funcionaron bien, los resultados llegaban a las ocho horas más o menos porque hacían también las pruebas de laboratorio en el mismo aeropuerto", dijo a Sputnik un viajero frecuente que prefirió mantener el anonimato.
Sin embargo, el gobierno finalizó el contrato con aquella empresa y se lo pasó a otra, Femi Premium, en un paso criticado por especialistas y comentaristas.
"Parte del problema es que Femi no tiene laboratorio en Ben Gurión, sino en ciudades alejadas y en mi experiencia los resultados tardan mucho más, en una ocasión demoraron ¡más de 30 horas! Y perdí el vuelo como consecuencia", contó el viajero.
Los laboratorios de Femi se encuentran en las ciudades de Beersheva y Omer, a más de 100 kilómetros del aeropuerto.
BRAZALETE ELECTRÓNICO DE MONITOREO
Al parecer la única manera de supervisar que la gente realmente mantenga la cuarentena es con supervisión tecnológica y el parlamento aprobó en el mes de marzo la autoridad del gobierno de exigir a los pasajeros entrantes usar un aparato electrónico durante su asilamiento. Si se niegan, se les manda a un hotel en el que harán la cuarentena bajo supervisión.
Mientras, unas 10.000 pulseras electrónicas están listas para ser usadas, la empresa SuperCom las fabricó y ganó el concurso estatal, pero los brazaletes continúan en los almacenes. La compañía dice que en cuanto les den luz verde, podrán fabricar 1.000 al día.
Pero la ley aún no ha sido implementada. Así que por ahora la única supervisión son visitas sorpresa por parte de policías e inspectores a las casas de los aislados.
"Volvimos de Nueva York hace una semana y ya hemos recibido ya dos visitas de inspectores", contó Liat Yuli, madre de dos niños de Tel Aviv. "Y me alegra que así haya sido, porque es muy difícil mantener a niños en casa si solo tengo de mi lado el deber moral de hacerlo", agregó.
Con información de Sputnik