Tras el escándalo del despacho de la ministra de Vivienda Hania Pérez de Cuellar, de despilfarro de dinero del Estado para glotonería y hasta suplementos alimenticios para desnutridos, queda al descubierto otro caso similar en el Ministerio de Salud (Minsa), cuya gestión está a cargo del ministro César Vásquez.
El programa dominical Panorama informó que órdenes de servicio demuestran derroche en café, piononos, brownies, tortas, pan con pollo y otros antojos ordenados por funcionarios con el pretexto de “servicios de coffee break” y almuerzos para capacitaciones y talleres, con un costo de hasta S/ 39 mil por día.
El hecho de que el Estado organice capacitaciones y talleres ya es un beneficio para el personal, pues tienen certificación para su hoja de vida, además que realizan estas actividades en horario de trabajo, lo cual es otro gasto para el Estado, por lo cual deberían pagar por su glotonería. Ni siquiera tienen en cuenta que el país está en recesión y tendremos que afrontar posibles crisis por el fenómeno de El Niño.
En contraposición el personal de salud reclama un bono de alimentación de S/350 que la institución se niega a pagarles. El propio ministro declaró a la prensa que las deudas al personal sanitario se han incrementado y “hoy son impagables”.
Parece broma, pero uno de estos talleres fue para visualizar las herramientas de gestión para la “mejora de la calidad de gasto” y en este taller, entre almuerzos y desayunos, se consumió un S/ 39,596.
Danilo Salazar, presidente de la Federación Médica Peruana, asegura que el Minsa, para negar al personal el pago del bono de alimentación por S/ 350, aduce que “no hay plata”, argumento esgrimido por la PCM.
En tanto, el ministro se ha escondido para evitar declarar a los medios sobre este escándalo y sus funcionaros señalaron que habrá una auditoría interna sobre este caso, dispuesta por la alta dirección. Sin embargo, resulta inexplicable que la alta dirección desconozca este despilfarro, por lo que parece poco probable una sanción inmediata.
Este escándalo explica en parte por qué hay tanta incapacidad en el Minsa, pues en la sede central hay funcionarios que piensan en satisfacer sus apetitos personales sin interesarles el calamitoso estado de la atención, que afecta de manera más dura a las personas pobres.