¿Ministro de Justicia o de Naderías?

 

Por: Herbert Mujica Rojas


Para el señor Aurelio Pastor —y según lo consigna la Agencia Peruana de Noticias Andina— “El presidente Alan García Pérez volverá a tener el nivel de aprobación a su gestión que tenía antes de los trágicos sucesos de Bagua (Amazonas)”. El mismo caballero es el que ha desempolvado la chance que los penales sean privatizados. Es decir, la versación intelectual del susodicho le hace caminar por multitud de temas y la cháchara se ha producido por toneladas. Lo que nos lleva a preguntar: ¿ministro de Justicia o de Naderías?

 

Nadería.- Cosa de poco valor o importancia (Diccionario Larousse).

¿Qué tiene que ver con el portafolio de Justicia que el jefe de Estado recupere, conserve, pierda o evolucione, hacia arriba o hacia abajo, puntos en las encuestas? Lo que es peor, pareciera ser que el señor de controvertido pasado vergonzante fujimorista, como todos le reconocen sin ambages ni trastiendas, con vinculaciones con actos de violencia que culminaron en crímenes aún no del todo aclarados, no fue puesto sino como pieza de un ajedrez distractivo y hasta comercial. ¿Desde cuándo la construcción física de establecimientos penales no es más que un negocio gigante y de pitanzas sumamente atractivas? ¿qué fue lo de Guvarte y que involucró, para hacer fama y hasta ganar una diputación, al extinto Enrique Elías Laroza? ¡Las cosas claras y el chocolate espeso!

¡Esa es precisamente la tara que nadie se atreve a combatir radicalmente porque todos hacen lo mismo si les es dada la posibilidad de ocupar algún puestito en el Estado! ¡En buen castellano: mamar de la cansada ubre que mantienen 28 millones de peruanos que no tienen idea de qué hacen sus burócratas, salvo cuando genuinos sinverguenzas dicen las cosas que vamos reseñando, rebuznando urbi y et orbi y practicando la sucia costumbre del gato por liebre desde los pagos oficiales.

“Este gabinete ha venido precisamente para eso, con un mandato claro de parte del presidente, queremos orden e inclusión, inclusión para que la mayoría de los peruanos siga llegando a un nivel de oportunidades que le permita seguir adelante, que nos permita seguirle ganando a la pobreza como lo venimos haciendo”, añadió Pastor.

Las afirmaciones anteriores adolecen de un claroscuro asombroso: ¿cuál nivel de oportunidades que le permita seguir adelante? ¿se referirá por ventura, el ministro de Naderías, a los dineros puntuales que cobran los del Establo y los paniaguados burócratas cada fin de mes? ¡Son millones los que no recaban nada o están en niveles por debajo de la vergüenza! ¿a qué pobreza le “venimos” ganando? ¡Y a 72 horas de haberse colocado el fajín ministerial, el responsable de Naderías ¿ya nos viene con estos aires de triunfalismo? ¡Como si por arte de birlibirloque todo hubiera cambiado en tan escaso tiempo!

El envilecimiento de la palabra no es un hecho nuevo. Sí lo son aquellos que han convertido a la política y su expresión por antonomasia —la comunicación— en vil negociado culpable, aquél del que blasfemaba en carta emitida desde San Lorenzo el 3 de octubre de 1923, Víctor Raúl Haya de la Torre, al partir al destierro. Una de las múltiples taras en que incurren con terca porfía los anémicos políticos peruanos, es la ignorancia tremebunda de las lecciones de la historia. La ningunean y ensucian y por eso caen en groserías como las que venimos comentando. Con aires de sabio simio, voz de conferencista vacuo y mirada doctoral de Premio Nobel, los lenguaraces dicen cualquier cosa. No sé qué puede ser peor, si estos imbéciles vectores de la nadería o la inacción culpable, envidiosa, miope, sectariamente boba de quienes están en el deber de echar a patadas a los mediocres. ¿Qué dilema, no?

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!