De nuevo y a reacomodarse
Que el suicidio de Alan García no delineaba heroísmos ni cobardías, lo prueba el hecho de que días después, finalizada la Semana Santa, rápidamente los peruanos y peruanas volvimos a nuestras tribulaciones cotidianas que, como muestran incansablemente las encuestas desde hace décadas, pasan por cuestiones sideralmente lejanas a los políticos y los medios de comunicación. Hubo consternación, claro que sí, pero no duelo.