Joan Royo Gual
Río de Janeiro (Brasil), 10 jun (Sputnik).- ¿Qué tiene ver el cambio climático con el aumento del precio de los alimentos? ¿Y la destrucción de la Amazonía con el riesgo de apagones? No es difícil descubrirlo cuando se sabe que más del 70 por ciento de la energía que se genera en Brasil depende de las centrales hidroeléctricas… y lo peor es que muchas de las presas más importantes están casi secas.
Buena parte de Brasil, justamente algunas de las zonas más pobladas, vive la peor sequía en décadas. La escasez de lluvias, que según muchos especialistas relacionada con la creciente deforestación de la selva tropical, está secando las reservas y ya ha encendido las alarmas en el Gobierno.
La semana pasada, el Operador Nacional del Sistema Eléctrico (ONS) publicó una nota técnica alertando de que las reservas de al menos ocho destacadas centrales hidroeléctricas de las regiones sureste y centro-oeste llegarán a noviembre, cuando acaba la estación seca, prácticamente vacías. La situación es especialmente crítica en la cuenca del río Paraná (en el sur del país).
En esa coyuntura, técnicamente de "pérdida de control hidráulico", el ONS alerta que puede haber "restricciones en el suministro energético" en los subsistemas de las citadas regiones, donde se encuentran algunas de las mayores ciudades del país, como São Paulo, Río de Janeiro, Brasilia o Belo Horizonte.
El riesgo de racionamiento energético o de apagones está en el horizonte, aunque algunos analistas, como el profesor Paulo Cunha, especialista en energía en la Fundación Getúlio Vargas, no cree que Brasil vaya a llegar a esa situación límite.
En declaraciones a Sputnik, explicó que aunque la situación es "preocupante", de momento no hay riesgo de falta de energía, porque hay fórmulas preventivas: "Hay mecanismos incluso clásicos, de gestión de la demanda, como desplazar los horarios de los consumidores, escalonar el uso", afirmó.
GAS E IMPORTACIÓN
Para hacer frente a la demanda, Brasil también tendrá que activar las centrales térmicas de gas, que además de aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global, tienen unos costes de funcionamiento mayores.
También se podrá recurrir a la importación de energía de Argentina e Uruguay, algo que se hace de forma rutinaria. No obstante, habrá que esperar a que pase el invierno y el pico de demanda que viven los países vecinos para calentar los hogares en esta época del año.
Aunque aún hay mucha incertidumbre, para Cunha una cosa está clara: "Habrá aumento de tarifas". La activación de todas estas soluciones alternativas sale más caro, y el consumidor lo acabará pagando en la factura de la luz. Una energía más cara acabará repercutiendo en toda la cadena productiva, acelerando más si cabe la inflación.
El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) divulgó esta semana que Brasil acumula una inflación del 8,06 por ciento en los últimos meses. Podría ser solo el principio de una futura escalada, provocada, en parte, por la falta de lluvias. (Sputnik)