En los últimos años, los mecanismos destinados a transformar los componentes naturales básicos de los bienes comunales (la biodiversidad, la tierra, el agua, los bosques y sus funciones ecológicas, etc...) en activos financieros negociables, se han expandido rápidamente. Como respuesta, un número creciente de grupos de la sociedad civil se ha comprometido firmemente a tratar de desentrañar los mecanismos, las lógicas y las motivaciones detrás del proceso (o los procesos) de financierización y sus posibles consecuencias para las comunidades. Para revertir esta tendencia, que pone en peligro la vida de millones de personas en todo el mundo, es fundamental identificar las fuerzas motoras y los principales actores.
El proceso de “financierización de la economía” —donde comercializar dinero, riesgos y los productos financieros creados en base a éstos se tornó más rentable y comenzó a superar el comercio de bienes y servicios para la acumulación de capitalæ ha penetrado en todos los mercados de productos básicos. Y por encima de eso, su alcance se ha extendido de sectores como los sistemas de protección social (pensión, salud, educación, vivienda) a los bienes comunales de la naturaleza. En este marco, la financierización de los bienes naturales comunales crea nuevos “activos” que pueden ser apropiados y de los cuales los inversores financieros pueden obtener ganancias, ya sea directamente o creando otras posibilidades para el comercio y la especulación en los mercados financieros.