José Carlos García Fajardo*
“Si nos parece que ahora hace calor, ¡esperad a que desaparezca el hielo ártico!”, alerta el explorador Lonnie Dupre. El Ártico, uno de nuestros termostatos, se encuentra más amenazado que nunca. Osos polares, lobos, caribúes y cientos de miles de aves migratorias están condenados a la extinción. El equilibro ecológico de la región está amenazado por el ritmo de industrialización y por la explotación de minas y yacimientos de petróleo. El calentamiento global ha descubierto las riquezas del Ártico: petróleo, gas natural, diamantes…. Gobiernos y multinacionales han tomado posiciones. Su rápido deshielo amenaza al mundo y el botín del hielo ártico mantiene una guerra por la extracción de sus minerales, la pesca o una soñada ruta marítima que conecte el Pacífico con el Atlántico. Muchas empresas quieren apuntarse a este nuevo campo de exploración que se estima esconde el 20% de las reservas de petróleo que quedan por descubrir. Canadá podría exportar en poco tiempo más diamantes que Sudáfrica y hay una guerra por los nuevos caladeros de pesca, el mapa pesquero mundial cambiará y la extracción de crudo en el planeta, que ve como sus pozos empiezan a tocar fondo, mirará hacia el norte con avidez.