Gaston PachecoVisión de Desarrollo Económico

Gastón Pacheco*

Por muchos años se creyó que la política y la economía podían caminar por cuerdas separadas y que, en tanto a la segunda le fuera bien, todos los contratiempos políticos y sociales terminarían siendo superados. En esa visión, lo importante era mostrar altas tasas de crecimiento para así asegurar un ciclo virtuoso de inversión y empleo que haría innecesario enfrentar problemas como un anquilosado sistema educativo, un ineficaz sistema de justicia y una creciente inseguridad ciudadana acompañada por intolerables niveles de corrupción e impunidad.

Como era de suponer, esta política del avestruz nos está pasando ahora la factura. Las altas tasas de crecimiento de la última década lograron reducir la pobreza en nuestro país como nunca antes, pero no han permitido cerrar las grandes brechas que separan a los peruanos ni democratizar las oportunidades para el desarrollo. Insistir con una obsesiva búsqueda del crecimiento, soslayando las indispensables reformas institucionales, es un camino errado que terminará polarizando nuestra sociedad con resultados impredecibles.

Esta visión miope del desarrollo se sustenta en un argumento igualmente falaz: que es suficiente confiar en el crecimiento de la economía global para retomar el camino de la inversión y el empleo. No hay duda de que un vigoroso crecimiento de la economía mundial nos daría un bienvenido impulso adicional. Pero es cuestión de cada país desarrollar una agenda interna que le permita maximizar estos beneficios cuando se presentan y compensarlos en su ausencia.

Tomemos como referencia a los países de la Alianza del Pacífico, nuestros socios en el más ambicioso proyecto de integración regional de este siglo. Los cuatro países (Colombia, Chile, México y el Perú) comparten una tradición como exportadores de materias primas y los tres últimos firmaron en años recientes un gran número de acuerdos de libre comercio. Pero las estrategias que cada país ha seguido son muy distintas.

Chile dirigió sus esfuerzos a capturar el mercado de Asia, al punto que casi la mitad de sus exportaciones va a ese continente, buscando, además, una mayor diversificación. Es decir, oportunamente se supo enlazar con el área más dinámica del mundo y, gracias a ello, nuestro vecino del sur ha logrado que casi la quinta parte de sus exportaciones sean industriales, es decir, con un alto valor agregado local.

México tiene una estrategia distinta. El 82% de sus exportaciones va a Estados Unidos y Canadá, pero aprovechó su acceso preferencial a estos mercados para impulsar su industrialización con una firme política para mejorar la competitividad y atracción de inversiones. Así, casi el 80% de sus exportaciones son industriales, mientras que menos del 16% proviene de minería y petróleo.

Colombia se ubica en un punto medio entre Chile y México. El 31% de sus exportaciones se concentra en Estados Unidos y su presencia en Europa y Asia es más baja (reflejo de un menor número de acuerdos comerciales firmados), pero es más fuerte en América Latina (15%). Sin embargo, son muy conocidos los incentivos que ofrece este país a los capitales industriales para ubicarse en su territorio (varias empresas peruanas lo han hecho ya), de modo tal que sus exportaciones industriales representan un 16% del total.

El Perú, por su parte, destina a Asia el 27% de sus envíos y un 24% a América del Norte. Sin embargo, el 89% de nuestras ventas al Asia y el 65% de las exportaciones al norte de América están concentradas en productos tradicionales, lo que refleja el insuficiente trabajo realizado para diversificar productos y destinos.

Pero es la falta de una política coherente en materia de valor agregado nacional lo que nos ha dejado con exportaciones industriales que representan menos del 10% del total y languideciendo; es decir, muy a la zaga de nuestros flamantes socios, con los que debemos competir tanto dentro de la alianza como en los distintos mercados de destino. A ello se suma un clima de negocios que se enrarece cada día con agitación social, inseguridad jurídica y con una creciente y peligrosa demagogia económica que no se ha sabido contrarrestar.

Y es en este desfavorable escenario –en el que el Perú se estanca mientras nuestros vecinos y socios desarrollan políticas activas de promoción de su oferta exportable– que llega el sorpresivo, inconsulto y errado anuncio del ministro Alonso Segura de reducir el drawback a las exportaciones no tradicionales, indispensable compensación a los enormes sobrecostos que el propio Estado impone a las empresas formales.

Coincidentemente con el malhadado anuncio, las exportaciones no tradicionales retrocedieron los últimos dos meses del 2014, quebrando el esfuerzo que hizo el sector para salir del estancamiento que sufre desde el 2012. Este hecho contrasta con la rápida recuperación que experimentó el sector no tradicional luego de la crisis del 2008, gracias al incremento temporal del drawback a 8%.

Si verdaderamente se quiere retomar el crecimiento económico, será necesario un cambio de rumbo para promover condiciones internas que permitan el florecimiento de actividades con mayor valor agregado, lo que se traducirá en más empleos de calidad que premian la creatividad, el ingenio, el esfuerzo y el talento de la mano de obra nacional, que es lo único que nos distinguirá en el largo plazo de nuestros competidores. Solo así alcanzaremos un desarrollo inclusivo en el que los peruanos se beneficiarán de su integración al mundo.

Está en manos del presidente Ollanta Humala aprovechar la última oportunidad que le queda a su gobierno para hacer bien las cosas.

*Presidente de la Asociación de Exportadores (ADEX)