Crisis del homo oeconomicus
Por Fernando Álvarez-Uría*
La crisis del capitalismo financiero ha estallado, y los efectos derivados del crash golpearán, una vez más, a los más pobres. Durante los últimos treinta años, especuladores de levita, vinculados entre sí por hilos invisibles en una densa asociación diferencial, comenzaron a esgrimir como arma arrojadiza los términos de flexibilidad y de cultura de la empresa. Banqueros de pelo engominado, especialistas capaces de nadar en las aguas revueltas de las altas finanzas, empresarios bonitos, prestamistas, constructores, asesores de imagen, y políticos corruptos irrumpieron al unísono para proclamar la derrota del Estado social y, correlativamente, el triunfo de la sociedad civil. Estos émulos del Rey Midas adquirieron tal arte en opas hostiles, anexiones de empresas competidoras, recalificaciones de terrenos, y jugadas de póquer en la bolsa, que, muy pronto, vieron cómo se abrían ante ellos dos caminos por las que transitar: uno hacia el Olimpo de los triunfadores, otro, hacia la reclusión entre rejas. Los menos precavidos transitaron por los dos, pero aún conservan en las cajas fuertes de los paraísos fiscales gran parte de su pingüe patrimonio.