La falta de regulación en el mercado de los servicios logísticos, donde se han enquistado chilenos en áreas como almacenaje, permite que los precios que pagan los usuarios finales del terminal portuario del Callao sigan incrementándose, lo cual favorece a puertos chilenos, en desmedro de los puertos peruanos, siendo además un terrible castigo para las empresas que deben realizar importaciones y exportaciones, quienes así ven reducida su competitividad.
A esto se suma la incapacidad de la Sunat, que maneja la Superintendencia de Aduanas, pues los trámites burocráticos lentos inciden en mayores costos y pérdidas para las empresas, mientras ganan otros como los dueños de almacenes, sin que se disponga, como hacen puertos importantes del mundo, de un servicio abierto las 24 horas, pese a que el gobierno proclama ansias de convertir al Perú en un país desarrollado. Esta lentitud sospechosa además favorece a sujetos que buscan una "aceitada" para acelerar trámites, lo cual infla aún más los costos para las empresas que a veces desesperadas se ven obligadas a pagar.