Por Roberto Mendoza
¨No se oyó una sola exclamación, ni el grito más insignificante. Sellados todos los labios por un compromiso de honor, permanecieron mudos. Y en medio de aquél silencio extraño y enorme que confundía, impregnaba asombro y causaba admiración, la bandera levantada muy arriba, avanzó lentamente por en medio de aquél océano de cabezas descubiertas. Pasó la bandera y detrás de ella, como enorme escolta, avanzó el pueblo entero y aquélla procesión sin música ni exclamaciones, siempre en silencio, siempre majestuosa, recorrió imponiendo respeto y casi miedo, los jirones más céntricos de la ciudad cautiva¨. Federico Barreto
El 28 de Agosto de todos los años, la ciudad de Tacna y el Perú entero, celebramos con hondo fervor su reincorporación al seno de la Patria. Luego de la Batalla del Alto de la Alianza, llevada cabo el 26 de Mayo de 1880, el ejército invasor ocupó la Heroica Ciudad, que desde esa fecha vivió un extenso cautiverio que se prolongó por casi medio siglo, sin abdicar jamás a la nacionalidad peruana.
El patriotismo de los tacneños resistió las presiones de los usurpadores, a pesar de que entre los años 1910 y 1925, todos los jóvenes en edad militar, fueron obligados a dejar los territorios ocupados. Posteriormente, cuando se propuso un Plebiscito, volvieron cientos de tacneños para colaborar en las tareas de registro y emitir su voto para mantener la peruanidad de Tacna. Dicho Plebiscito no llegó a concretarse debido a la tirantez con que se había desarrollado este frustrado acto; esto trajo como consecuencia inmediata el enfriamiento de las relaciones diplomáticas entre Chile y Perú.
Así se llegó al año 1929, en que se desempolvó una vieja fórmula no aceptada por nuestros dirigentes y que consistía en la cesión territorial. Estas negociaciones que serían las últimas, duraron casi ocho meses, teniendo como protagonistas al Presidente Leguía y al plenipotenciario chileno en Lima Don Emilio Figueroa Larraín.
La propuesta oficial para la solución del problema de Tacna y Arica la ofreció el Presidente norteamericano Herbert Hoover el 15 de Mayo de 1929, dicho pacto entraría en deliberaciones y fue el punto de partida para la firma del Tratado de Lima. Por este acuerdo, suscrito en la capital peruana el 03 de Junio de 1929, los territorios de Tacna y Arica fueron divididos en dos partes: Tacna para el Perú y Arica para Chile.
Para la reincorporación, el Presidente Leguía nombró en Lima una delegación presidida por el Ministro de Relaciones Exteriores Dr. Pedro José Rada y Gamio; Chile por su parte acreditó al Intendente de Tacna Don Gonzalo Robles y al Gobernador de Arica Don Alberto Serrano. La delegación peruana conjuntamente con fuerzas policiales, maestros y funcionarios, se embarcaron en el ¨Mantaro¨, saliendo del Callao el Sábado 21 de Agosto.
Al mediodía del 27,arribo el vapor al Puerto de Arica. El Ministro y su comitiva desembarcó en la primera lancha, rindiéndosele los honores correspondientes a su alta investidura; la Delegación enrumbó hasta la Gobernación y luego a la Estación del Ferrocarril donde esperaba el convoy que debía trasladarlos a la Ciudad Heroica.
En Tacna una gran multitud se había dado cita para recibir a la Delegación Peruana; a las 5 de la tarde los autocarriles llegaron a la estación donde un gran público, brindó cordial bienvenida a los representantes de la comitiva, los mismos que fueron escoltados hasta su alojamiento de la Casa Jurídica en la esquina de la calle Zela. La recepción tuvo características excepcionales, la ciudad estaba totalmente embanderada, pese a que la tela para confeccionar banderas se había agotado en todas las tiendas de comercio.
Desde los balcones de la casa donde se alojó la Delegación Peruana, el Dr. Pedro José Rada y Gamio pronunció un cálido discurso ante cerca de siete mil personas congregadas. Entre otras cosas dijo que luego de largo peregrinaje llegaba hasta esta histórica y leal ciudad trayendo el saludo del Presidente Leguía, quien se ocuparía luego de obras de irrigación y educación, como justo premio a su patriotismo. Luego disertó el Senador por Tacna, general José Ramón Pizarro, quien saludó emocionado a sus compatriotas; enseguida le tocó el turno al Diputado por Andahuaylas, Dr. Arturo Nuñez Chávez, expresando que traía la reverencia del Parlamento para la Heroica Ciudad de Tacna, ofreciendo un especial homenaje a la mujer tacneña, cuyo patriotismo lo comparó al de las mujeres espartanas. Todos estos discursos fueron recibidos con aclamaciones y vivas a la Patria y a Tacna; al terminar la tarde del 27, hicieron su ingreso a la ciudad las tropas del Regimiento ¨Húsares de Junín¨, al mando de su jefe el coronel Ricardo Luna.
En las primeras horas de la mañana del 28 de Agosto de 1929, los Delegados de Chile y Perú sostuvieron conversaciones para acordar los puntos y detalles de la entrega oficial de la Ciudad de Tacna, así acordaron que la firma de las actas se realizaría a las 2 de la tarde en la Casa Jurídica. Llegada la hora los representantes procedieron a estampar sus firmas en los documentos de entrega de Tacna al Perú.
En la Plaza de Armas se ubicaron miles de tacneños deseosos de presenciar la llegada de los delegados chilenos y peruanos que iban a suscribir el Acta de entrega. Esta multitud esperó pacientemente todo el tiempo que duró la firma del documento, luego de ello la comitiva oficial peruana salió a la Plaza y se situó frente al edificio que había sido hasta ese momento la Intendencia. El principal acto era el izamiento del pabellón nacional en la casa que iba a ser de la Prefectura, pero la persona encargada de esta operación, encontró la driza malograda.
Al darse cuenta la multitud de este percance, un joven tacneño llamado Edgar Empson cogió la bandera y comenzó a trepar por la torre derecha de la Catedral; mientras ascendía, todos seguían al escalador alentándolo. Al llegar a la cumbre, desplegó el pabellón nacional en medio de un aplauso interminable; en todos los rostros se advertía una sensación inexplicable, plena de emoción y satisfacción al ver que se coronaba uno de los anhelos más acariciados, la multitud contagiada de intensa alegría, coreó el Himno Nacional con unción indescriptible, casi mística.
Finalizado este acto, se pasó a la instalación del Concejo Provincial. El propio Ministro tomó juramento al primer Alcalde de la ciudad, Don Armando Vargas Blondel, manifestándole que le hacía entrega de la urbe a fin de que organizara sus servicios y ofreciéndole apoyo del Gobierno para cualquier eventualidad. A continuación se realizó la solemne instalación de la Corte Superior de Tacna y Moquegua, siendo nombrado el Dr. Escudero, Secretario del flamante tribunal. Al anochecer, el Presidente de la Delegación Peruana, ofreció un banquete a los Delegados de Chile y demás autoridades del lugar.
Los hechos narrados líneas arriba son recordados año tras año con diversas ceremonias. El 28 de Agosto se lleva a cabo el acto principal con la ¨Procesión de la Bandera¨, una de las manifestaciones patrióticas más fervorosas de nuestro territorio. A lo largo de diez cuadras una enorme bandera, la misma que presidió en 1929, la ceremonia de Reincorporación es llevada en cívica procesión por las damas de la ciudad.
La primera Procesión de la Bandera se realizó el 28 de Julio de 1901, en plena ocupación chilena, organizada por la Benemérita Sociedad de Artesanos y Auxilios Mutuos ¨El Porvenir¨, aquélla vez fue silenciosa, pues las autoridades chilenas que ocupaban la localidad, pusieron como condición para autorizarla que se realizara sin ninguna expresión de júbilo ni protesta.
El personaje que mejor ha retratado este hecho histórico, es el poeta y escritor tacneño Federico Barreto quien escribió: ¨No se oyó una sola exclamación, ni el grito más insignificante. Sellados todos los labios por un compromiso de honor, permanecieron mudos. Y en medio de aquél silencio extraño y enorme que confundía, impregnaba asombro y causaba admiración, la bandera levantada muy arriba, avanzó lentamente por en medio de aquél océano de cabezas descubiertas. Pasó la bandera y detrás de ella, como enorme escolta, avanzó el pueblo entero y aquélla procesión sin música ni exclamaciones, siempre en silencio, siempre majestuosa, recorrió imponiendo respeto y casi miedo, los jirones más céntricos de la ciudad cautiva¨. Cuenta la tradición que los propios soldados chilenos se sintieron tan sobrecogidos ante esta demostración de amor a la Patria, que algunos se descubrieron al paso de la Procesión.
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