Por Raúl Allain (*)
Introducción
A la hora de definir la esencia del hombre, problema ampliamente debatido y de suma importancia en la Antropología Filosófica y Cultural, surgen de inmediato serias dificultades. La definición griega clásica del hombre como “Animal racional”, donde la racionalidad sería la diferencia específica de lo estrictamente humano, no compartida por el resto de los animales, parece diluirse a la luz de los últimos avances de la Etología y la Psicología Comparada, que encuentran, al menos en forma vestigial, indicios de una cierta capacidad de raciocinio en diversos mamíferos, especialmente notable en algunos Primates y Cetáceos. Este raciocinio, desde luego, alcanza un desarrollo muy inferior al humano, pero aún así no pasa de ser solamente una diferencia de grado, sin un límite preciso. Como oportunamente lo había notado Aristóteles, “Los animales difieren del hombre y éste de aquellos por meras gradaciones de más o de menos”.