El día 16 del presente, el Congreso ha aprobado la ley 31745, mediante la cual se introduce en la enseñanza de los centros educativos “contenidos curriculares de estudio sobre educación cívica e historia de la subversión y el terrorismo en el Perú”; pero como buenos y ardorosos defensores de la corrupción que corroe al Perú, no quieren proponer un curso de historia de la corrupción en el Perú.
Esta ley, aparte de proteger a la corrupción, responde a dos propósitos: soltar al aire un elemento distractor y llenar el vacío de información de las nuevas generaciones, que no conocen lo que sucedió durante la época de la lucha antiterrorista, entre 1980 y 2000. En principio, es bueno que el Congreso se ocupe de la educación, aunque sea tangencialmente; pero dada la crisis por la que atraviesa el sistema educativo implantado por la Constitución narconeoliberal de 1993, es difícil que se obtengan buenos resultados, ya que se tiene un enfoque parcial que no va a cambiar en nada el caos de baja calidad de la educación.
Lo que falta
Estando claro que al introducir en la enseñanza la historia del terrorismo en el Perú se busca aportar algo que se considera necesario, conviene hacer la siguiente pregunta: ¿Por qué no se introducen contenidos de la historia de la corrupción en el Perú para asegurar que todos conozcan las fechorías de nefastos personajes y grupos sociales desde que somos país independiente hasta los robos de Alberto Fujimori y sus seguidores actuales? Si los desprestigiados y repudiados miembros del Congreso de la República tuvieran aunque sea por un momento la intención de mejorar la educación, ¿cómo es posible que impidan que se haga conocer a los colegiales la lista de rateros que, desde 1821 a la fecha, siendo presidentes de la república se dedicaron a robar y a traicionar al Perú?
Sistema educativo
Repasando la evolución y cambios en el sistema educativo, ha de tenerse en cuenta que antes del gobierno de Alberto Fujimori, la enseñanza se concretaba en cursos. A partir del gobierno corrupto, se habló de “áreas” curriculares, lo cual provocó que, por ejemplo, el curso de Historia del Perú perdiera su nombre y cobertura y, además, tuviera contenidos destinados a diluir nuestra identidad nacional (“¡Nada de nacionalismo!” es el lema de los rateros) y tienden una sombra de indefinición a la percepción y valoración de nuestra historia.
Obviamente, un proceso educativo desarrollado por un gobernante corrupto, antiperuano y sirviente de Chile produjo el resultado, por mencionar algo, de negar la condición de héroes nacionales a Francisco Bolognesi, Miguel Grau y Andrés A. Cáceres, puesto que en los libros escolares, al mencionar escuetamente sus acciones, en ningún momento se destaca que estos tres peruanos son héroes nacionales del Perú. De igual manera, para beneplácito de políticos, diplomáticos, empresarios e incluso militares, no se menciona que, ya terminada la guerra, Chile asesinó a 4000 peruanos en Iquique, en 1907, omisión que tiende a difuminar la imagen de rateros y asesinos que en el Perú tienen los chilenos. Tampoco nuestros escolares estudian sobre la chilenización de Tacna, que sufrió el terrorismo chileno por 50 años.
Durante 50 años los chilenos obligaron a los escolares a mirar los esqueletos de patriotas peruanos asesinados, prohibieron izar la bandera peruana, asesinaron a profesores de Historia, expulsaron a sacerdotes y persiguieron a periodistas.
Propuesta
Para dar carácter integral a la enseñanza de la historia del Perú, es necesario que junto a la historia del terrorismo se enseñe la historia de la corrupción en el Perú, correlacionando los hechos. No es posible que sabiendo que la corrupción es el peor problema del Perú, se evite su enseñanza en los centros educativos, especialmente si se conoce que desde las primeras décadas de nuestra vida independiente, robaron dinero pidiendo indemnizaciones o reconocimiento monetario por aportes a la lucha por la independencia; después, muchísimos se hicieron pagar por liberar a los esclavos que poseían; luego vino el robo y despilfarro de los ingresos del guano y del salitre, etc., etc., hasta llegar al gobierno de Alberto Fujimori, que constituye la cúspide y corona de la corrupción generalizada, lo que incluye haber vendido a Chile la flota mercante peruana y la distribución del gas que da a Chile la posibilidad de comprar gas peruano y revendérnoslo.
En cuanto a la etapa del terrorismo de muerte, bala, dinamita y destrucción, es indispensable tomar en cuenta, como primer punto, el estudio de las destrucciones, robos y asesinatos que durante la Guerra del Pacífico cometió el ratero y asesino chileno Patricio Lynch, precursor del cobro terrorista de cupos y la destrucción con dinamita. Sin analizar esto, no se puede entender bien a los terroristas de las décadas de 1980 a 2000, que inspiraron sus acciones en el fatal ejemplo del mencionado delincuente chileno.
Finalmente, el curso de Historia del Perú debe ser restaurado para todos los niveles de primaria y secundaria por lo menos con la misma cantidad de horas semanales que tenía antes de la degradación de la educación iniciada por Alan García y continuada por el delincuente Alberto Fujimori.
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