Por Guillermo Olivera Díaz*
La tozuda corrupción, enquistada en el área penal de fiscalías, juzgados, salas superiores y supremas, ministerios y otros entes de la administración pública, utiliza los crípticos conceptos de delito y de prueba como chicle o goma de mascar, a su antojo. Los estiran a discreción, hacia y hasta donde quieren favorecer, si acaso están Julio Gagó, Alejandro Toledo o Alan García, u otros de la misma laya, al frente. Lo hacen de tal manera confusionista, nombrándola como lobby, para salir bien librados, con la prensa venal de aliada.