Por Rocío Ferrel
Resulta increíble ver la calidad de periodistas que tenemos, pues con sus más recientes intervenciones Fernando Rospigliosi terminó hediendo de lejos a cadáver podrido con sus numerosas defensas al presunto delincuente Pedro Chávarry, pero, como si fuese un gurú, lo invitan a contaminar el ambiente con sus apestosas peroratas.
Ya toda la ciudadanía sabe lo hundido que está Chávarry en los escándalos de corrupción y hasta qué punto se atrevió a proteger a las mafias. Rospigliosi, antes y después de los escándalos públicos de Chávarry, extrañamente se desesperaba por defenderlo con uñas y dientes y por atacar a los fiscales y jueces que hacían su trabajo contra la corrupción.
Invitar a un tipo tan desacreditado ya debería sonrojar a cualquier periodista decente, pero no. Hay quienes no quieren escuchar a intelectuales de verdad y todavía siguen adictos a la pestilencia de Rospigliosi.
Pero Rospigliosi apestaba desde hace décadas. Basta recordar que:
- fue mal ministro del Interior, sin embargo, sus ínfulas siempre lo llevaron a criticar a todos los sucesivos ministros del Interior menospreciando su trabajo, como si él hubiese sido brillante en ese cargo
- tan mala fue su gestión en el ministerio del Interior, que no supo prever ni manejar el conflicto en Arequipa en 2002, llamado “arequipazo”, que dejó dos muertos y más de 200 heridos.
- gracias a Wikileaks se constató lo que se sabía: Rospligiosi era asalariado de la embajada de los Estados Unidos o agente de la CIA, todo un asco de exministro del Interior. ¿Qué información priviligiada, por su posición de exministro, les vendió?
Con estos nauseabundos los antecedentes, ¿qué autoridad moral tiene?, ¿qué brillante experiencia, sabiduría o inteligencia posee este sujeto? ¿Qué nivel moral tienen los periodistas que lo tratan como un gran sabio cuya opinión es necesario conocer?
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