Por Jorge Smith *
Lo musical y lo religioso en la mayor parte de las culturas han estado en sus inicios siempre muy emparentados.
Lo uno de alguna manera reenviaba a lo otro, o bien a través del canto laudatorio que se convertía en plegaria y ensalzaba las divinidades o en forma meramente instrumental acompañando todo tipo de rituales religiosos. En el antiguo Egipto se dice que los sacerdotes siempre cantaban o aprendían a cantar y en muchos de los casos, incluso se afirma que a las personas que cantaban bien, se les escogía para que fuesen sacerdotes. Se consideraba que poseían un don divino y por lo mismo su voz podía ser una especie de vía a través de la cual las divinidades escuchasen las necesidades o imploraciones de los humanos. Lo musical por lo mismo, a través del canto o en cualquiera de sus formas ha sido un vehículo, si no para expresar religiosidad, una forma de expresar lo trascendente. En la cultura occidental lo fue igual, y desde muy temprano, la composición musical, dejó de ser mera creación anónima, para convertirse en un producto creado por una persona específica.