Herbert Mujica Rojas
Perú carece de líderes. En su mayoría casi total, los que alguna vez estuvieron al frente, hoy exhiben grisura reprobable gracias a prácticas corruptas, inmorales, degradantes. Casi cuarenta años de los mismos y su mediocridad es inolcultable.
Ante aquellos en los miedos de comunicación se los señala como ladrones. Así de simple.
¿Son las masas, reales o imaginarias, buenas o malas? ¿hay que usarlas sólo como guarismos votantes, como integrantes de la barra entusiasta, sin decisión ni voz —y menos voto— en cualquier acción política?
No hay buenas o malas masas. Solo buenos o malos dirigentes repetía siempre Haya de la Torre.
¿A quiénes conviene tener masas carentes o ignorantes de cualquier arquitectura ideológica, sin conocimiento de sus derechos y deberes, huérfana de cualquier disciplina para brindar su concurso inteligente y valioso en pro de la justicia social y la revolución? ¡Evidentemente sólo a los malos dirigentes!
La devaluación de las ideologías, la masificación de las redes sociales con su carga difusora pero también rica en noticias falsas o mentiras bien elaboradas, igualmente ha conspirado contra un desarrollo educacional o artístico.
Antes los transeúntes se “informaban” por las portadas de los diarios en cualquier quiosco callejero. Hoy basta con un clic y se abre la aplicación y se toma nota de ¡todas las publicaciones!
La acción multitudinaria carente de líderes honestos, reconocidos como tales por los conglomerados humanos, anemiza y cada día es más difícil conseguir ciudadanos votando con los pies en protesta y afán entusiasta.
Cuando las masas aparecen sólo para vitorear lo que NO conocen ni analizan y son convocadas exclusivamente para las urnas, entonces envilecemos la democracia al confinarla a esta estrecha, miope e insuficiente instancia mecánica.
Ni el voto es por sí sólo, la expresión democrática suficiente, y tampoco los comicios respaldan el derecho de los pueblos a fiscalizar el accionar de sus elegidos y su fulminación o fusilamiento en el caso de su mal proceder o traición flagrante.
La política no puede ser vil negociado culpable o tabladillo de pasiones inferiores como se ve hoy a través de los miedos de comunicación. Un partido, cualquiera que fuese, no debe tener como fin y meta de su ambición, tan sólo la repartija de puestos o el asalto del presupuesto del Estado.
La contradicción monstruosa es que no es el afán de servicio a través del puesto al que se llega vía el partido, lo que anhelan los lidercitos. ¡Son los pingues negocios que se obtienen con el tráfico de influencias, la rifa de favoritismos, los contratos con nombre y apellido.
¿Quién puede negar que esas prácticas destruyeron a todas las organizaciones políticas?
Lo insólito es que viejos hampones, cuyas fortunas se hicieron muy rápido, sin trabajos de respaldo o de la noche a la mañana, creen que pueden repetir el giro maléfico con todos los gobiernos. Y hay empleados públicos corruptos dispuestos a entrar en el carnaval de sinecuras.
No hay buenas ni malas masas, sólo buenos y malos dirigentes. Tan criminal es prohibirle al militante sus cánticos y lemas, como vetarle el camino al conocimiento de la modernidad y del liderazgo.
Perú tiene que darse su propia respuesta consistente en un pleno manejo soberano de su suelo, mar, aire, con ambición y procura de la proyección del Atlántico hacia el Pacífico y hacia el Asia y el refuerzo de las misiones científicas en la Antártida. Primer desafío consistirá en hacer entender este planteamiento geopolítico a las nuevas promociones.
Con disciplina, de una buena vez, los cincuentones tendrán que comprender que si el porvenir nos debe una victoria, ésta llegará por la acción decidida de los más jóvenes, de su vigorosa arremetida y con la garantía de vidas limpias.
Y es de bondad reflexiva persuadir a los más caminados para que comprendan que el relevo ha llegado y que es hora, desde atrás, sin protagonismos baladíes, apoyar la construcción de la Patria.
Y los veteranos en la retaguardia con su experiencia y sabiduría. La renovación nacional no es un tema lírico, es una obligación urgente. Ese entendimiento intergeneracional abrirá las alamedas por las que pase el hombre libre y en búsqueda de un Perú culto, justo y digno.
En esa tarea fundamental, irrenunciable como lo es la vida misma, tienen las promociones de antes y las que recién llegan, un compromiso que sólo puede reconocer una dinámica instructora, pedagógica y combativa.
16.01.2024
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