Amar la justicia, odiar la desigualdad
El comportamiento pendular de la sociedad peruana ya formaba parte de las acusaciones que lanzó Manuel González Prada en textos ígneos y chisporroteantes. ¿Podemos amar la justicia y aborrecer la desigualdad?
El comportamiento pendular de la sociedad peruana ya formaba parte de las acusaciones que lanzó Manuel González Prada en textos ígneos y chisporroteantes. ¿Podemos amar la justicia y aborrecer la desigualdad?
Si los clubes electorales pretenden dejar de serlo, resulta imprescindible que ¡boten a los dinosaurios! de sus dirigencias. No sólo arrastran la etiqueta de perdedores, sino que son traficantes de influencias, deshonestos, mediocres, incapaces de entender al Perú como proyecto revolucionario y no vil cancha de negociados y cuchipandas.
En el periodismo, casi nunca se dan las gracias. Se espera que el hombre de prensa, entregue todo de sí, arriesgue el pescuezo y se enfrente a los objetados o denunciados.
El deceso de Alberto Fujimori ha intensificado los adjetivos habituales. Los comentaristas políticos llaman a esto “polarización”, porque los contendientes bosquejan “el legado fujimorista” según sus respectivos puntos de vista.
El Estado sufraga, vía las universidades públicas, las carreras profesionales de miles de jóvenes, hombres y mujeres. En buen castellano, el pueblo, a través de sus impuestos, financia lo que cuestan esos estudios.
Desesperan no pocos legiferantes por una resucitada inmunidad que les proporcione blindaje ante futuras investigaciones. ¿Creerán que hemos olvidado que se pasaron casi dos años tratando de vacar al presidente Pedro Castillo? La mediocridad fue tal que el señor cavó su tumba, él solo, con su pronunciamiento torpe del 7 de diciembre.
¡Anchovetas que se creen delfines!
Escuché una sentencia de buen humor en un programa televisivo, el otro día. Para referirse a los políticos: “En este mar de vanidades, hay anchovetas que se creen delfines”.
El fallecido Alberto Kenya Fujimori no pagó ¡ni un centavo! por las reparaciones civiles que debía y que se exigieron en las sentencias por las que fue condenado. Hecho objetivo, injustificable y que escamotea un mandato legal.
En los próximos días y con el propósito de participar en la Primera Reunión de Alto Nivel y la Firma del Memorándum de Entendimiento sobre la cooperación entre las Guardias Costeras de Perú y China, viajarán a Beijing, el vicealmirante Rodolfo Sablich Luna Victoria y el Capitán de Navío Amílcar Velásquez Vargas.
Es hora de taladrar e inocular el buen sentido del patriotismo constructor en la mente de millones de peruanos.