La deuda universitaria
El Estado sufraga, vía las universidades públicas, las carreras profesionales de miles de jóvenes, hombres y mujeres. En buen castellano, el pueblo, a través de sus impuestos, financia lo que cuestan esos estudios.
El Estado sufraga, vía las universidades públicas, las carreras profesionales de miles de jóvenes, hombres y mujeres. En buen castellano, el pueblo, a través de sus impuestos, financia lo que cuestan esos estudios.
Desesperan no pocos legiferantes por una resucitada inmunidad que les proporcione blindaje ante futuras investigaciones. ¿Creerán que hemos olvidado que se pasaron casi dos años tratando de vacar al presidente Pedro Castillo? La mediocridad fue tal que el señor cavó su tumba, él solo, con su pronunciamiento torpe del 7 de diciembre.
¡Anchovetas que se creen delfines!
Escuché una sentencia de buen humor en un programa televisivo, el otro día. Para referirse a los políticos: “En este mar de vanidades, hay anchovetas que se creen delfines”.
El fallecido Alberto Kenya Fujimori no pagó ¡ni un centavo! por las reparaciones civiles que debía y que se exigieron en las sentencias por las que fue condenado. Hecho objetivo, injustificable y que escamotea un mandato legal.
En los próximos días y con el propósito de participar en la Primera Reunión de Alto Nivel y la Firma del Memorándum de Entendimiento sobre la cooperación entre las Guardias Costeras de Perú y China, viajarán a Beijing, el vicealmirante Rodolfo Sablich Luna Victoria y el Capitán de Navío Amílcar Velásquez Vargas.
Es hora de taladrar e inocular el buen sentido del patriotismo constructor en la mente de millones de peruanos.
La prodigiosa biodiversidad peruana se traslada, también, al campo social: tenemos chatos cerebrales y de estatura, en los amplísimos recodos de nuestra vida política, intelectual, parlamentaria, periodística, jurídica, etc. No hay una sola franja en el país en que no sea posible reconocer la presencia de los chatos.
El sufrimiento creciente de los peruanos y peruanas a causa de la pobreza y el deterioro de la calidad de vida es incuestionable, aunque sordo e invisible para el gobierno de Dina Boluarte.
La fraseología y discurso de los últimos 25-30 años, hizo desaparecer categorías y términos para reemplazarlos por generalidades eufónicas, loros parlantes del sistema privatizador y exaltadores de un individualismo codicioso.
La mayoría de nuestra sociedad siente la inseguridad ciudadana como un problema que se agrava cada vez más en medio del tipo de democracia que soportamos. Con sus actos, quienes controlan los poderes del Estado, muestran una gran indolencia ante este peligroso desafío. Da la impresión, por lo que efectivamente se hace y se deja de hacer, que se vive una etapa en la historia nacional en la que, como señalan analistas especializados, se ha pasado de una precariedad institucional al descalabro político (Alberto Vergara / Ciudadanos sin República).