Ideas y proyectos sobre industrialización son gaseosos; pero la desindustrialización es concreta.
El modelo económico peruano tiene una gran dependencia en el sector minero, y por eso vemos que el gobierno y los empresarios mineros continuamente hacen propaganda para promover inversiones extranjeras aunque destruyan el medio ambiente, despojen de territorio a las comunidades y provoquen la emigración hacia las ciudades.
Por otro lado, hay expresiones ambiguas de intención de promover la industria manufacturera, pero no se ve nada concreto.
Economistas que estudian esta situación advierten que ya se ha llegado a un callejón sin salida, y que los problemas en la baja de exportaciones responden a razones de índole estructural, consustanciales al modelo extractivista minero exportador primario*.
Conviene preguntarnos qué es desindustrialización. Es la pérdida o desarticulación de la capacidad industrial de un país. Eso es lo que está sucediendo con nuestra débil industria: lo poco que hay se está perdiendo. Por ejemplo, el titular de un diario local es sumamente claro: “Proyectan 35 mil viviendas en la zona industrial del Callao” (El Comercio, Lima 01-08-2014, p. B1).
El primer párrafo de la mencionada nota es contundente y refleja el pensamiento de los empresarios que más parecen corruptos y saqueadores y de los políticos del gobierno que como si se tratase de un negocio personal traicionan los intereses del país (para satisfacer o no intereses crematísticos personales): “Ante la falta de espacios para el desarrollo de viviendas, el futuro del mercado inmobiliario en Lima se orienta a la transformación de las zonas industriales a mixtas o residenciales”.
Sin comentarios.
¿El Perú va a prosperar con faenones inmobiliarios que se realizan a expensas de nuestro potencial industrial? ¿Dónde van a instalarse las industrias que vengan? ¿El Perú va a progresar construyendo viviendas donde debe haber industrias? Evidentemente, no. De igual manera, el país no se va a desarrollar con 80 mil cocineros desempleados ni con los emolienteros cuya actividad promueve la esposa del presidente, con el entusiasmo que le produce haber contribuido al hambre del pueblo al provocar el alto precio de la quinua (cuando de manera malévola ella y su marido promocionaron el “Año Internacional de la Quinua”).
Se debe reflexionar sobre los efectos de la política económica y de TLC del Perú, que han llevado al debilitamiento de las industrias peruanas, situación agravada por el ingreso del Perú a la Alianza del Pacífico. Algo se está haciendo muy mal para que lleguemos a esta situación, en la cual, ante la falta de una política de fomento a la industria, los especuladores inmobiliarios vienen a darle el golpe de gracia.
Los “planes” o ideas de diversificar la economía son demasiado vagos. El gobierno no dice con claridad qué ramas de la industria manufacturera van a promover ni a qué empresas se está invitando, no dice qué terrenos disponibles hay para las nuevas industrias con servicios (agua, desagüe, electricidad y vías de comunicación), ni mucho menos identifica las empresas de industria manufacturera que van a venir a instalarse en el Perú, ni dónde se ubicarían.
Todo es inversiones basura chilenas y minería. ¿Qué nos espera con eso?
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* Leer Mala noticia: la crisis peruana no es coyuntural
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